Si hay una ciudad de la cual
nadie quiere hablar y ni siquiera recordar, esa es la maldita, oscura,
abandonada y terrible ciudad de Notedigo.
Su nombre es sinónimo de lo más
perverso, de las peores bajezas que un viviente puede llegar a acometer. Ningún
habitante de Tamtasia se atrevería a usar ese nombre en vano, salvo aquellos
que nada tienen que temer, pues comulgan con las mismas villanías que a tal
lugar se le suponen.
Su principal particularidad es
que no puede ser encontrada. La ciudad aparece, sin previo aviso, allí donde
quiere y vuelve a ocultarse, para no ser vista hasta que ella lo desea. Muchos
dicen haberla visto, pero pocos en realidad han tenido el desagradable privilegio
de verla realmente. Los charlatanes y buscavidas, harapientos mendigos o nobles
de alta cuna, alardean por igual de haberse encontrado ante su muros y haber
sobrevivido a su llamada.
La describen de muchas maneras,
tal es la visión que dicen tener y en sus comentarios apasionados la adornan como
si fuese una ciudad común, sin misterio alguno y eludiendo contar las
verdaderas sensaciones que sus horribles muros transmitirían.
Pero quienes la han visto, esos
pocos infelices que en verdad tuvieron dicha desgracia, no la colocan a la
altura de las normales comunidades encerradas en piedra y ladrillo, madera y
metal. Dicen que sus muros son cristalinos, opacos, resbaladizos, como si una
gran temperatura los hubiese cristalizado. Dicen que espeluznantes gritos, los
cuales helarían la sangre al más bravo guerrero, inundan sus calles. Dicen que
nadie en sus cabales se atrevería a traspasar su umbral e introducirse en su
interior y quienes así lo hicieran, jamás volverían.
Allí reina algo peor que la
propia muerte, un terror procedente del otro lado, del lado donde la risa no
existe y el llanto es perpetuo. Donde la agonía es la sinfonía y el quebranto,
ocupa la jornada completa e inextinguible que perdura hasta el infinito.
Notedigo forma parte de la
leyenda oscura. Una tradición que como un cuento de niños, se va transmitiendo
de generación en generación y donde, según el tiempo pasa, va adquiriendo el
carácter de un mito, como la canción de Los Cuatro que todo infante ha conocido
y canta sin ningún pudor para alejar el mal de su lado.
Los viajeros más acérrimos, como fórmula
para honrar a la buena fortuna y pedir protección a los ancestros, siempre se
despiden al cruzarse con la siguiente frase: “Camina hacia donde quieras y no
quieras hacia Notedigo”.
Si es verdad que la ciudad
existe, nuestra recomendación es alejarse cuanto antes de su presencia. No
mirarla, huir cobardemente si así lo preferís. Escabullirse lo más rápido
posible, en cualquier dirección, siempre que sea hacia donde ella no se
encuentra. Más vale ser precavido, para poder contarlo al día siguiente o en la
hoguera de la noche por venir.
Dice la leyenda todos sus
habitantes desaparecieron, cuando la antaño prospera ciudad se vio sometida a
tan infausto hechizo. Dicen hay registros comerciales que aseguran existió a
las orillas del Miajomoja y era un buen lugar donde asentarse. Dicen aún
existen algunas manufacturas con el sello de la ciudad y estas se guardan en
cámaras secretas, como tesoros más preciosos que el propio oro o la plata, más
preciados que los diamantes, los rubíes o las esmeraldas; porque dicen, que
quien tiene un objeto de aquel sitio, si emprende viaje y piensa en una noche
sin luna sobre poner sus pies en ella, ve su deseo cumplido.
Tamaña insensatez no ha sido corroborada,
aunque en círculos secretos aseguran allí hay tesoros fabulosos, objetos de tal
poder que reunidos en una sola mano incluso podrían imponer su dominio sobre
toda la tierra de Tamtasia. Nadie ha vuelto para demostrarlo o al menos, nadie
ha sobrevivido a su permanencia en Notedigo.
Cada día, cada año, cada época de
este mundo, ve desaparecer, menguar los preciados objetos cotidianos que tal
valor se le presumen y su cotización, para aquellos que son verificables y
autentificados por variados expertos, se disparan.
Los comunes mortales nada aspiran
a conseguir entre unos muros inexistentes, burdos cuentos para asustar a los
incautos, pero hay grupos poderosos, variadas estirpes que creen podrán eludir
la maldición y obtener el fruto tan ansiado.
Pero, si sinceramente existe, habrán
de descubrir tiene vida propia y no es una vida como la que podamos entender. De seguro, siempre habrá algún insensato dispuesto a desafiar cuanto hemos
contado.
Aunque eso, es otra historia…