El tiempo no tenía trascendencia
ninguna, el transcurso de las edades en el exterior nunca influía de manera
alguna en aquel lugar siempre denostado por los ajenos debido a su ignorancia,
esa caterva de despreciables y sacrificables seres a los cuales daban caza.
Aunque para ella esa situación era cotidiana y la existencia tan preciada para
sus presas no significaba nada tangible y mucho menos real a su entendimiento.
Allí estaba y continuaba momento tras momento, sintiendo que nada sentía ni
apreciaba, un vacio hondo que cada vez le angustiaba más y una angustia
convertida en un vacio donde nada podía existir.
Camina sobre cenizas, imitando
el acto de respirar en un sitio donde nada podría respirarse. Una nieve negra,
producto del paso de sus pies la envuelve, todo es tenue y delicado a su
contacto. Un simple roce de sus manos y los muros caen, las torres se
derrumban, tan altas que ni ella logra ver su final, aunque lo imagina y esa
extraña cualidad, la imaginación, la perturba aún más. No debería de tener
conocimiento de cuanto le envuelve, solo el deseo de odiar a quienes no
aceptaron continuar allí, a quienes renegaron de todo contacto con esa realidad
y eludieron su deber de soportarlo, pero no puede, ya no puede odiar así.
Desea estar sola, alejada de las
continuas intrigas para destruir cuanto afuera queda, una soledad complaciente que
nunca creyó posible. Todo es diferente a otras épocas sin tiempo, otras medidas
ahora percibidas que atrás quedaron. Nota esa herida producida por una simple
casualidad dentro carcomiéndola y no puede cerrarla, sus intentos en acallar esa
voz insistente en su interior clamándole un cambio vital no tienen efecto y no
podrá seguir fingiendo a cuantos la rodean por más que intenta eludirlos. Debe
emprender un camino alejado de cuanto conoce, una nueva senda prometedora y lo
más desconcertante, esperanzadora.
Ahora es su momento, el
redescubrimiento del lugar llamado Tamtasia su oportunidad. No puede
desperdiciarla ni permitirse el lujo de ignorarla, debe ir hasta allí y
descubrir por si misma el misterio que la envuelve. Nadie debe sospechar su
verdadero interés o estará perdida, debe de seguir comportándose como esperan
de una de su rango, si la descubren no habrá vuelta atrás y cuanto sabe
ahora, caerá en el olvido perpetuo.
Olvidar la aterroriza, mucho más
que los posibles tormentos a los cuales podrían someterla, más que la pérdida
de su condición. A todo renunciaría si pudiera liberarse de esas cadenas en su
ser, a ese imperdonable vacio que la devora. Se detiene, no puede haber marcha
atrás, solo una carrera hacia delante, sin parar ni volverse para mirar cuanto
deja en su camino. A ella que los sentimientos le parecen una abominación sin
sentido, encontrar un sentido es su más importante meta.
Debe haber un fin, una
consecución a su búsqueda y debe buscarla. En Tamtasia sabe hay a quien puede
acudir, aunque será peligroso, es legendario su poder e incluso ella podría
verse destruida por alguien así. Aunque las murmuraciones no constituyen una
fuente fiable y duda exista una entidad capaz de enfrentarla, jamás ha encontrado un
rival de tal valía ni cree pueda encontrarlo en la eternidad venidera.
Aún así lo intentará. Pondrá en
juego cuanto es y tiene, puesto que nada parece poseer nada perderá, salvo el
hondo vacio que la domina. ¿Y si es verdad? Si en realidad puede llenar su
vacio de alguna manera que desconoce, no valdría la pena intentarlo, no daría
todo e incluso cuanto representa por conseguirlo.
-Todo –dice en voz alta. Sus
pensamientos han traspasado su entidad y prevalecido fuera de sus labios.
Alguien pasa a su lado, se limita
a mirarla de forma despectiva y continua su camino. El sonido de su voz aún
reverbera entre las paredes quemadas y el olor a podredumbre lo inunda todo.
Pero eso no puede afectarle, no siente nada, aún.
El eco mata su palabra en la
lejanía, pero su sonido sigue resonando en su cabeza. “Todo” se repite, una
y otra vez, como una letanía interminable que la devuelve a caminar de nuevo en
una dirección determinada. La nieve negra la cubre, su paso acelerado la
remueve e impide verla con claridad. Pronto se convierte en una tormenta que
azota sin compasión cuanto traspasa.
Se ha abierto una brecha, un lugar
que muchos atraviesan con una misma intención, cubrir de su vacio cuanta ofensa
les ha sido conferida. Están furiosos, nadie podrá detenerlos y en esa
suposición emprenden su particular cruzada, única creencia la cual están abiertos
a promulgar.
Una figura turbia se detiene en
la entrada de la fisura justo a su lado, ella también se queda dubitativa
observándola mientras la tormenta de nieve oscura cae a su alrededor, carente
ya del empuje que le dio vida.
-También os dirigís hacia esta
abominación –dijo el individuo cubierto de terribles heridas supurantes que
parecían no importarle.
Ella lo miró, como si hubiese
cometido una insoportable afrenta al dirigirle sus palabras. Una mirada fría,
inhóspita e insospechadamente peligrosa.
-Sí, también tenéis interés en
esta ridícula burla, un gran interés por cuanto deduzco… –continuó alejándose
unos pasos adoptando una posición de defensa ante un posible enfrentamiento- …lo
queréis todo. Tal como debe ser en una reina gimiente.
Sibilafaz rió. Lo hizo con tanto
estrépito que su adversario decidió retroceder e ir por otro camino menos
comprometido. Sus blancos dientes, todos ellos colmillos afilados hasta un
extremo imposible se mostraron en su siniestra magnitud. En aquel lugar la risa
solo podía significar una señal de peligro extremo, una advertencia que no
podía ser tomada a la ligera, pero a la reina gimiente aquel comentario tan
solo le había hecho gracia.
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