Pudieran pensar al verla pertenecía
al pueblo de los elfos, pero a cualquiera de ellos que les preguntase dirían
no conocerla, ni saber de su procedencia o lugar de nacimiento, ni siquiera de
una residencia fija o lugar donde soliese establecer un punto de descanso.
Ni los elfos del sol ni los de la
luna podían dar razón de su existencia y sin embargo, la soportaban como de su
raza y la consideraban como tal, aunque en gran parte la ignorasen como si no
existiese pues temían descubrir la verdad que la animaba y les inquietaba ese
descubrimiento.
Más perfecta y bella, inteligente
y sagaz, poderosa y enigmática que su propia gente, despertaba la inquietud y
con ello todas las preguntas que acababan en un estruendoso silencio. Hablar de
ella era un tema tabú y ni siquiera sus más altos señores, ni los príncipes ni
los propios reyes, deseaban entablar un tema que tuviera como base a la extraña
elfa.
A ninguno se les ocurriría dar
una orden a esa mujer, pues por alguna causa enigmática la consideraban por
encima de todos ellos y por lo tanto, superior a cuanto pudieran proponerle o
exigirle.
Procuraban evitarla, aunque sabían
en muy raras ocasiones se acercaba hasta sus tierras y se paseaba entre ellos
como una más. Nada les pedía ni parecía necesitar y nadie osaba molestarla,
solo cuando decidía entablar una conversación, la mayoría banales y sin
trascendencia, los demás la trataban con cortesía y miedo. Miedo a mirarla, a
enfrentarse a esos tumultuosos ojos, un remolino de poder vivo sin parangón,
extraordinario y fuera de todo entendimiento que en su rostro destacaba. Dos
faros de luz imposibles de ignorar, antorchas llameantes de secretos callados,
furias de la propia naturaleza desatada e inhóspita. Incomprensibles y hermosos,
más que nada sobre la faz de Tamtasia. La perfección absoluta y la perdición al
mirarlos fijamente, pues cuentan si les prestas demasiada atención te arrastran a
un pozo sin fondo del cual nunca saldrás.
Aunque nadie cree en esta última
afirmación, la temen incluso ahora, pasado mucho tiempo de su primer contacto y no saben la razón de ello. Se mantienen a distancia,
siempre expectantes e intrigados por su próximo movimiento y si bien, no se
conocen de su mano actos malvados o reprobatorios, la siguen temiendo y aún
cuando ante ella pueden respirar una sensación de ineludible paz, la duda
permanece en su interior y desconfían de tan singular pariente.
Por ello, entre susurros y voces
casi marchitas, hablan de esta elfa que no pertenece ni al sol ni a la luna,
como elfa del crepúsculo. Así la llaman entre todos y es reconocida entre
su gente por ese nombre, pues ningún otro se atreven a darle por temor a poder
ofenderla y aunque jamás ha dado muestras de enojo, el vigor de sus ojos les
asusta e impone. Ojos de tormenta, mares tumultuosos de olas verdes
enardecidas, auténtico fuego verde que crepita exultante e incontrolable. Poder
sin fin y dominio sobre todo, así la presienten y rara vez, el pueblo de los
elfos se equivoca en algo y más aún, si es un tema sobre los suyos y
aunque no lo fuera la consideran una igual como ellos. Elfa de adopción, la elfa del
crepúsculo.
Y si no has adivinado su nombre,
es hora de que este sea revelado aunque creemos sospeches ya cual le pertenece
y corresponde.
Hurtadillas de Tamtasia, o
simplemente Hurtadillas como le gusta responder si alguien insiste en conocer
el nombre que la identifica. La elfa crepuscular.
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