jueves, 6 de febrero de 2014

PASEOS POR FRIAS TIERRAS (6ª PARTE)



Desembocó en una salita, donde humanos y sangrantes se encontraban tranquilos, disfrutando de su último banquete, como si de una hermandad cualquiera se tratase. Habían permitido que sus escoltas humanos, forzasen a las mujeres del grupo que les sirvieron luego de comida. Aquello enfureció a Maljeta, una furia que creía olvidada hacía tiempo, desde que vio morir a su madre a manos del sangrante.

No tuvo piedad con ninguno de los dos grupos. A los humanos los despedazó con el mandoble, sin darles tiempo a arrepentirse de sus acciones; los sangrantes, tuvieron ocasión de defenderse, pero solo postergó su fin, unos instantes después.

Avanzó como una poseída, sala tras sala. Lo hacía tan rápido y brutal, que apenas se enteraban en la siguiente habitación, el fin de la anterior.

Al final, todo aquel alborotó hizo que se pusiera en pie de guerra todo el lugar. Los soldados humanos, tomaron posiciones en la sala principal, varias decenas de ellos con el maese Traslospies comandándolos. Siempre había deseado ser sangrante y no iban a tardar en complacerlo, pero aquel día, todo parecía complicarse.

Fierotino aguardaba junto a quince sangrantes, todos cuantos quedaban de aquella razzia emprendida por Maljeta y que tan buen resultado le había dado. Junto a él, Devotaúnica, cuyos ojos brillaban por la expectación de una buena lucha y aguardaba a la insensata que presumía iba a matarlos. 

Escucharon ruido de lucha en la habitación, cuyas puertas estaban cerradas delante de ellos. De repente, todo cesó y un silencio único, envolvió el lugar. Solo la respiración acelerada de los mercenarios humanos y el maese, se escuchaba. Las gargantas de los sangrantes no emitían ningún sonido, ni lo harían nunca.

Un golpe, luego otro aún mayor. La puerta no aguantó el tercero, desplomándose de sus bisagras rotas y cayendo con un pavoroso clamor al suelo. Maljeta entró, llevaba varias cabezas de sangrantes cogidas entre los pequeños dedos de su mano izquierda. Sus ojos azules, clamaban venganza y desteñían una inusual advertencia de peligro que los sangrantes reconocieron.

-Eres una antigua sangrante. ¿Cómo hemos podido ser tan necios? No reconociéndote de inmediato. Dicen que los antiguos sangrantes son los más poderosos y los demás, se han ido diluyendo en su poder. Por desgracia, para ti, creo eso no es cierto. Es una pena, me gustabas. No me importaría haberte hecho mi amante, se ve el ardor en tus ojos, seguro serás una buena zorrita en la cama.

-No me importan tus opiniones. Tienes algo mío, esas espadas y el mandoble que están sobre la mesa, me pertenecen. Y no tienes ningún derecho, ni siquiera a tocarlas con tus despreciables manos.

-Si antes te vencimos. Como esperas sobrevivir ahora, eres una estúpida –dijo Fierotino, cansado de seguir hablando. Devotaúnica solo esperaba una indicación de su señor, para despedazar la insolente muchacha, estaba impaciente por destruirla.

-Antes, me pillasteis de sorpresa. Siempre he pecado de ingenua. Lo malo de ahora, es que estoy un poco enfadada, solo un poco y cuando rebaso el límite, me pongo muy desagradable. Dejaros matar sin más y hacerme feliz con ello.

-Mátala, maese. Me aburré su conversación –exclamó Fierotino, seguro de su victoria.

Traslospies avanzó solo, creyéndose capaz de que acabaría con la intrusa de un golpe de su bestial arma. Maljeta no le dio ocasión, con una velocidad que no permitió ver su silueta, golpeó al hombre. Salió volando por los aires, recorrió el espacio sobre las cabezas de sangrantes y humanos, para caer contra la pared del otro extremo de la sala. Por supuesto, muerto y reventado de aquel colosal impacto.

-Lo repito. Estoy un tanto enfadada –dijo torciendo su boca y abriendo el puño con el cual había golpeado al humano.

-Matadla –gritó con un ánimo más intranquilo. Fierotino se echó hacia atrás, mientras todos los demás avanzaban, incluso Devotaúnica quien se creía merecedora de cobrarse ella sola esa víctima.

Sacó la ballesta, disparando con tanta velocidad sus saetas, que la mitad de sus atacantes yacían ya muertos, antes de llegar a ella. Sin más virotes, impactó el arma contra un sangrante, partiéndolo por la mitad, de arriba abajo.

Empezó a dar volteretas en el aire, lanzando los cuchillos que antes había guardado con tanto afán. Cada uno de los que soltaba, era un blanco. A los humanos los mataba de inmediato, a los sangrantes los incapacitaba por el momento, clavándoselos en los ojos o en la garganta, con una devastadora puntería.

Devotaúnica evitó el cuchillo que iba a darle, sonriendo y enseñando sus perversos dientes en aquel bonito rostro, transformándose en una máscara salvaje que se abalanzó sobre Maljeta. La cogió por un brazo, pero la muchacha pelirroja se revolvió en el propio aire y propinó una contundente patada en las costillas de la mujer. Con una pirueta imposible, saltó sobre ella y golpeó con su espada en el hombro, dejándosela allí clavada, hasta casi desmembrarla.

La sangrante furiosa se arrancó la espada y la arrojó contra Maljeta, por poco, pudo librarse de aquel inesperado ataque y volvió a la carga. Sin que nadie lo evitase, clavó su hachuela en la cara de otro sangrante y recogió sus armas, de la mesa donde se encontraban expuestas.

-Matadla de una vez –gritó desesperado Fierotino. Se denotaba la intranquilidad de esa situación. Varios humanos entraron por la escalera por donde ella bajo unos días anteriores, disparando sus ballestas contra ella. Las esquivó sin problemas, arrojándoles el mandoble prestado que los partió por la mitad, en un escabroso vuelo del acero.

La otra vampira se lanzó a por Maljeta con un arma en la mano. Los dos aceros chocaron, pero ahora con Sonrisas y Lágrimas de nuevo en su poder, y con el mandoble Atizador en sus manos, sus horas estaban contadas. Giró en el aire, el arma se movió con fuerza y decisión.

Devotaúnica se quedó quieta. Fue su último instante, su cuerpo se convirtió en pedazos, que sisearon esa desunión con desagrado.

Todo quedo de nuevo en silencio. Fierotino había quedado solo, solo ante la pelirroja que cubierta de sangre, se lamía con gusto la que cubría sus manos.

-Te lo advertí. Maldito cabrón, no soportó a los hijos de perra como tu –dijo amenazadoramente la muchacha, señalándole con el terrible mandoble, que agarraba en una mano, como si fuera un simple tenedor.

-Pero si eres de los nuestros. Eres una traidora, ¿sabes lo que has hecho? Sabes que te perseguirán hasta los confines del mundo…

-Los estoy esperando. Ya saben quién soy y espero me busquen, así me ahorran trabajo.

-No podrás sobrevivir, maldita perra. Te mataran, tarde o temp… -el filo de Sonrisas paso rápido, sin sentirse ni esperarse. Apenas se hubo movido la chica pelirroja.

-Cállate. No te he pedido tu opinión –miró como el cuerpo caía hacia un lado, mientras la cabeza rodaba indómita por el suelo, hasta detenerse debajo de una mesa, junto a un enorme charco de sangre.

La gente que hubo liberado la miraba, desde todos los sitios con un claro temor. Estaba tan manchada de sangre que la cubría por completo. No debía tener un aspecto agradable y ello, le disgustaba, no le apetecía estar cubierta de suciedad y menos, de esa clase.

-Os abriré la puerta y podréis volver a vuestra casa. Vuestras familias os esperan –se dirigió al portalón de salida y golpeó de nuevo, varias veces, hasta que la puerta cedió y el frio de la noche, entró en el lugar caldeado por las grandes chimeneas. No entendía para que tenían tanto calor, si los sangrantes daban igual la temperatura que hubiese. Siempre estaban helados. Abrió luego cuantas otras les impediría irse y ella misma, se perdió en la oscuridad, sin querer mirar atrás.

La fortaleza a sus espaldas, empezó a arder y las llamas se mantendrían durante varios días, hasta que todo se consumiese en el voraz incendio. De la fortaleza de Puntafria, no quedaría sino el recuerdo.



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