jueves, 10 de enero de 2013

SIN (3ª PARTE)



Dedofacil entró en silencio en la celda de Largasiesta, este se había dormido en la tina de agua donde se lavó, durante la noche anterior. Metió la mano en esta y comprobó que aún estaba caliente, ello facilitó al muchacho poder conciliar el sueño sin quedarse helado. Tenía la barbilla apoyada en la tabla donde reposaba aún una olorosa pastilla de jabón y su respiración era tranquila y confiada.

“Bueno, al menos es limpio” pensó mirándolo con detenimiento. Llevaba el pelo corto, a la usanza del corte militar que tanto se estilizaba en esas otras estiradas ordenes de caballería. Era un muchacho guapo, pero sabía que aquellos gestos suaves y serenos cambiarían con el tiempo, su rostro mostraría la angustia de esa existencia, marcando su carácter para el futuro. Aún así, le agradó contemplarlo un instante mas. Luego se remango su manga de la blusa ajustada que llevaba y metió el brazo en el agua.

El joven dio un brinco considerable, la mano de la elfa le había agarrado su sexo y apretado con fuerza. Empapó a la mujer, pero esta no dio muestras de soltar su presa, más bien parecía disfrutar con aquel momento.

-Te lo advertí, dije vendría a buscarte y sacaría como estuvieras en ese momento. Y me gusta ser puntual -sonrió con malicia mientras lo arrastraba así atrapado a la intemperie del pasillo. La elfa era mucho más grande y aunque sus manos eran largas y delgadas, poseían una fuerza considerable. Llevaba puesto un pantalón ajustado de buen lino color rojo que mojado, daba impresión de estar manchado por sangre.

Largasiesta se había dormido sin querer y el despertar había sido amargo. La mano le cubría toda su vergüenza y amenazaba por la fuerza en que lo había tomado, en dejarlo malparado para el resto de su vida. Lo arrastraba sin piedad, como si fuera un burdo muñeco, obligándolo a subir las escaleras casi de puntillas y arrojándolo al patio, donde desnudo rodó entre la gravilla, hiriéndole su delicada piel.

-Sabes, en variados sitios del Imperio, muchos hombres se habrían sentido agradecidos de que les cogiese su miembro de esa manera, e incluso algunos hasta me habrían pagado. Por ser tu primer día, me ha gustado esta forma de empezar a conocernos, ¿no te parece un buen inicio, Largasiesta?

-Me…me hubiese gustado otra manera… mas cordial -dijo casi sin aliento mientras se tocaba la dolorida parte del cuerpo. Si esa era la forma en que las elfas trataban a los humanos, más le valía estar bien lejos de ella.

-Sé lo que piensas. Crees que con halagos y lisonjas me podrías tener. Es una suposición acertada, si fuese una prostituta o tu querida, pero soy una elfa de Estoesverde y tu aún no eres nada, o menos que nada. Hoy empezaras a comprender el significado de la palabra dolor, yo te lo enseñare. Eres afortunado, estas lecciones son totalmente gratis y en exclusiva para ti. Levántate. -La elfa se había acercado, parecía colérica o tal vez, era solo un estado de intimidación con su nuevo alumno. Olía muy bien y se movía con una soltura envidiable.

El muchacho no podía levantarse, le dolía su parte más sensible y apenas percibía los desgarros que sangraban débiles por su roce con la grava.

-Levántate o tiraré de tu miembro tanto, que ya no lo necesitaras más -le dijo con un leve susurro en su oído. Este hizo acopio de todas sus fuerzas e ignoró su sufrimiento.

-Bravo, has podido comprobar como cualquier dolor se puede eliminar si existe la voluntad de hacerlo. Es un primer paso.  -Recorrió su suave dedo por la mejilla del chico, luego saco su puñal y le practicó un corte en la nalga.

Este gritó, fue un chillido más de niño que hombre, su mano fue a parar a donde la herida manaba sangre, era un inapreciable hilillo, pero esta bajaba por su muslo, confundiéndose con las demás rasgaduras sangrantes.

Dedofacil ignoró su queja, se dirigió a una panoplia que dentro del claustro se encontraba y cogió dos espadas. El muchacho temblaba, aquella mañana era fría, desnudo y herido, estaba desamparado.

-¿Cuál prefieres? Esta tiene un pomo bonito y posee un excelente equilibrio -se la dio para que la cogiera por la empuñadura, como así hizo. Era pesada y la forma en la cual se la dio la elfa, engaño sobre su verdadero peso.

-Ahora empezaremos a aprender a manejarla. Equilibrio y fuerza, con un buen juego de muñecas, te harán un diestro combatiente. Coge una piedra del suelo y póntela en la cabeza, cada vez que esta caiga te golpeare con severidad y me pensaré los sitios donde atizarte sin tribulación alguna -la elfa se preparó, denotaba un estilo depurado y el arma se movió en su mano como si fuese parte de esta.

El muchacho obedeció, cogiendo una piedra de tamaño pequeño y colocándosela con torpeza entre el pelo de su cabeza. Se movió más torpe aún, provocando su caída. La elfa lo miró, sin saber como, la espada de esta le golpeó en su nalga desnuda, con la hoja, tal como Soloconbrasas le hizo el día anterior, pero ahora le dolió de veras, la carne se puso roja por el fuerte impacto y el apretó los dientes, no le daría el gusto de quejarse.

-Muy bien, te daría un beso por no quejarte, pero no beso a niños ñoños ni a jovenzuelos inútiles. Colócate la piedra de nuevo.

Practicaron durante toda la mañana, hasta mediodía. La elfa se conservaba fresca, sin un atisbo de sudor, su ropa ya se había secado y seguiase moviendo con envidiable ligereza. Largasiesta estaba cubierto de sudor, lleno de decenas de heridas y apenas podía moverse, llevaba las nalgas, muslos e incluso los riñones completamente rojos de los golpes de Dedofacil, en los primeros había golpeado con fuerza, en los riñones solo fueron golpes de advertencia, no quería lisiarlo, sino hacerle aprender el valor del equilibrio. Aunque lo había intentado, no lograba mantener la piedra más de cinco movimientos y si se movía demasiado, no más de dos.

Pero la elfa estaba satisfecha, era cuestión de tiempo y más golpes. Sabia por experiencia estos necesitaban del incentivo del castigo y recompensa. Lo halagaba con palabras dulces cuando superaba su anterior marca, castigándolo sin compasión cuando fracasaba. Soloconbrasas tenía razón, era un gorrino con botas y necesitarían mucho tiempo para educarlo. Luego vendría el resto.

-Es bastante por hoy. Mañana iré a buscarte y espero esta vez, estés preparado -le cogió su arma y la coloco en la panoplia de donde la recogió. Después con una amplia sonrisa se despidió de él.

Todo el cuerpo le dolía, decidió acudir a la tina del claustro, estaba cerca y apenas podía moverse, subió por la escalerilla, las laceraciones le quemaban al introducirse en el agua y los golpes le agudizaban cualquier movimiento. No podía mantener los ojos abiertos y estaba somnoliento, deslizándose hacia el interior de esta y tragando agua sin desearlo. Empezó a manotear sin saber donde agarrarse, se estaba ahogando. 

Una fuerte mano lo agarró, levantándolo. Saco su cabeza e inhalo el ansiado aire, era Dedofacil quien le ayudo en su desventura, la elfa miró con cara de preocupación el maltrecho estado del muchacho. Lo saco de allí, mojándose de nuevo y cogiéndolo en brazos, lo llevo a su habitación. 

Lo depositó con cariño en su cama, dejándolo boca abajo. Estaba tan desecho que no dijo nada, dudaba que pudiera moverse al día siguiente y esa mujer volvería a maltratarlo, de esta seguro lo desgraciaba para siempre y a él le gustaría tener hijos, llevar una vida con familia, sentir el amor de su pareja. 

Volvió a oír la puerta, era Dedofacil de nuevo, se acomodó a su lado en la cama y empezó a darle un ungüento en sus zonas doloridas, las cuales constituían casi todo su cuerpo.

-Esto sanara tus heridas muy rápido. Mañana estarás como nuevo y yo podré castigarte con saña otra vez -dijo divertida- no creas te deseo ningún mal, pero si no aprendes a defenderte, no sobrevivirás ni al primer encuentro y no me agradaría algo así. Tengo permiso de la Primer caballero para dedicarme en entero a tu instrucción, en unos diez años yo creo…

-¡Diez años! Tanto… tanto tiempo. ¿No tienes otra cosa que hacer? -respondió sorprendido Largasiesta.

La elfa se rió, fue una risa abierta. –Sabes, he servido a la Orden durante muchos siglos y necesitaba un pequeño descanso. Creo me lo merezco, enfrentarte a los “sin” agota al más fuerte, me vendrá muy bien este cambio. Además, me gustas.

El muchacho se sintió sorprendido por la extrema sinceridad de la mujer elfa. No solo tenía una edad imposible de determinar, sino le confesaba su gusto por él sin ningún temor. Pero lo más extraño fue el comentario sobre los “sin”, ignoraba a quien se refería.

-¿Qué son los “sin”? No he oído hablar de ellos -preguntó con curiosidad mientras la elfa le atendía sus heridas.

-Son la principal razón por la cual existimos. Sin corazón, sin piedad, sin voluntad, sin esperanza, y muchas más que me duele confesar. Existen y no podemos ignorarlos, somos la primera línea de batalla, aunque ignoro si la última. Por desgracia, algún día te encontraras con ellos y habrás deseado no haberlo hecho -su voz se torno seria y perdió todo el entusiasmo al hablar sobre ese tema.

-Aun hay más cosas, pero tu ignorancia es una bendita felicidad. Los demás debemos existir con unos angustiosos conocimientos. Añoraras estos años y desearas no hubiesen acabado nunca. Pero ahora no es el momento, relájate y disfruta de mis cuidados -las manos se deslizaron con soltura, relajando el hiriente dolor, comprobando como este desaparecía.- Descansa, luego te traeré un bocado. Soy una excelente cocinera, ya lo veras.

Dejó a Largasiesta con sus pensamientos. Este se encontraba mucho mejor, pero tenía serias dudas de donde se había metido, aquel lugar no era una Orden de caballería normal y corriente, era mucho más, parecía cuanto conociese del mundo no correspondía a la cruda realidad. Estaba cansado y necesitaba dormir, sus ojos estaban agotados, y en este estado se dispuso a olvidarlo todo.

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