Dedofacil entró en silencio en la celda de
Largasiesta, este se había dormido en la tina de agua donde se lavó, durante la
noche anterior. Metió la mano en esta y comprobó que aún estaba caliente, ello
facilitó al muchacho poder conciliar el sueño sin quedarse helado. Tenía la
barbilla apoyada en la tabla donde reposaba aún una olorosa pastilla de jabón y
su respiración era tranquila y confiada.
“Bueno, al menos es limpio” pensó mirándolo con
detenimiento. Llevaba el pelo corto, a la usanza del corte militar que tanto se
estilizaba en esas otras estiradas ordenes de caballería. Era un muchacho
guapo, pero sabía que aquellos gestos suaves y serenos cambiarían con el
tiempo, su rostro mostraría la angustia de esa existencia, marcando su carácter
para el futuro. Aún así, le agradó contemplarlo un instante mas. Luego se
remango su manga de la blusa ajustada que llevaba y metió el brazo en el agua.
El joven dio un brinco considerable, la mano de
la elfa le había agarrado su sexo y apretado con fuerza. Empapó a la mujer,
pero esta no dio muestras de soltar su presa, más bien parecía disfrutar con
aquel momento.
-Te lo advertí, dije vendría a buscarte y sacaría como estuvieras en ese momento. Y me gusta ser puntual -sonrió con
malicia mientras lo arrastraba así atrapado a la intemperie del pasillo. La
elfa era mucho más grande y aunque sus manos eran largas y delgadas, poseían una
fuerza considerable. Llevaba puesto un pantalón ajustado de buen lino color
rojo que mojado, daba impresión de estar manchado por sangre.
Largasiesta se había dormido sin querer y el despertar
había sido amargo. La mano le cubría toda su vergüenza y amenazaba por la
fuerza en que lo había tomado, en dejarlo malparado para el resto de su vida.
Lo arrastraba sin piedad, como si fuera un burdo muñeco, obligándolo a subir
las escaleras casi de puntillas y arrojándolo al patio, donde desnudo rodó
entre la gravilla, hiriéndole su delicada piel.
-Sabes, en variados sitios del Imperio, muchos
hombres se habrían sentido agradecidos de que les cogiese su miembro de esa
manera, e incluso algunos hasta me habrían pagado. Por ser tu primer día, me ha
gustado esta forma de empezar a conocernos, ¿no te parece un buen inicio,
Largasiesta?
-Me…me hubiese gustado otra manera… mas cordial -dijo casi sin aliento mientras se tocaba la dolorida parte del cuerpo. Si esa
era la forma en que las elfas trataban a los humanos, más le valía estar bien
lejos de ella.
-Sé lo que piensas. Crees que con halagos y
lisonjas me podrías tener. Es una suposición acertada, si fuese una prostituta
o tu querida, pero soy una elfa de Estoesverde y tu aún no eres nada, o menos
que nada. Hoy empezaras a comprender el significado de la palabra dolor, yo te
lo enseñare. Eres afortunado, estas lecciones son totalmente gratis y en
exclusiva para ti. Levántate. -La elfa se había acercado, parecía colérica o
tal vez, era solo un estado de intimidación con su nuevo alumno. Olía muy bien
y se movía con una soltura envidiable.
El muchacho no podía levantarse, le dolía su
parte más sensible y apenas percibía los desgarros que sangraban débiles por su
roce con la grava.
-Levántate o tiraré de tu miembro tanto, que ya
no lo necesitaras más -le dijo con un leve susurro en su oído. Este hizo acopio
de todas sus fuerzas e ignoró su sufrimiento.
-Bravo, has podido comprobar como cualquier dolor
se puede eliminar si existe la voluntad de hacerlo. Es un primer paso. -Recorrió su
suave dedo por la mejilla del chico, luego saco su puñal y le practicó un corte
en la nalga.
Este gritó, fue un chillido más de niño que
hombre, su mano fue a parar a donde la herida manaba sangre, era un inapreciable
hilillo, pero esta bajaba por su muslo, confundiéndose con las demás rasgaduras
sangrantes.
Dedofacil ignoró su queja, se dirigió a una
panoplia que dentro del claustro se encontraba y cogió dos espadas. El muchacho
temblaba, aquella mañana era fría, desnudo y herido, estaba desamparado.
-¿Cuál prefieres? Esta tiene un pomo bonito y
posee un excelente equilibrio -se la dio para que la cogiera por la empuñadura,
como así hizo. Era pesada y la forma en la cual se la dio la elfa, engaño
sobre su verdadero peso.
-Ahora empezaremos a aprender a manejarla.
Equilibrio y fuerza, con un buen juego de muñecas, te harán un diestro
combatiente. Coge una piedra del suelo y póntela en la cabeza, cada vez que
esta caiga te golpeare con severidad y me pensaré los sitios donde atizarte sin
tribulación alguna -la elfa se preparó, denotaba un estilo depurado y el arma
se movió en su mano como si fuese parte de esta.
El muchacho obedeció, cogiendo una piedra de
tamaño pequeño y colocándosela con torpeza entre el pelo de su cabeza. Se movió
más torpe aún, provocando su caída. La elfa lo miró, sin saber como, la espada
de esta le golpeó en su nalga desnuda, con la hoja, tal como Soloconbrasas le
hizo el día anterior, pero ahora le dolió de veras, la carne se puso roja por
el fuerte impacto y el apretó los dientes, no le daría el gusto de quejarse.
-Muy bien, te daría un beso por no quejarte, pero
no beso a niños ñoños ni a jovenzuelos inútiles. Colócate la piedra de nuevo.
Practicaron durante toda la mañana, hasta mediodía.
La elfa se conservaba fresca, sin un atisbo de sudor, su ropa ya se había secado
y seguiase moviendo con envidiable ligereza. Largasiesta estaba cubierto de
sudor, lleno de decenas de heridas y apenas podía moverse, llevaba las nalgas,
muslos e incluso los riñones completamente rojos de los golpes de Dedofacil, en
los primeros había golpeado con fuerza, en los riñones solo fueron golpes de
advertencia, no quería lisiarlo, sino hacerle aprender el valor del equilibrio.
Aunque lo había intentado, no lograba mantener la piedra más de cinco
movimientos y si se movía demasiado, no más de dos.
Pero la elfa estaba satisfecha, era cuestión de
tiempo y más golpes. Sabia por experiencia estos necesitaban del incentivo del
castigo y recompensa. Lo halagaba con palabras dulces cuando superaba su
anterior marca, castigándolo sin compasión cuando fracasaba. Soloconbrasas tenía
razón, era un gorrino con botas y necesitarían mucho tiempo para educarlo.
Luego vendría el resto.
-Es bastante por hoy. Mañana iré a buscarte y
espero esta vez, estés preparado -le cogió su arma y la coloco en la panoplia
de donde la recogió. Después con una amplia sonrisa se despidió de él.
Todo el cuerpo le dolía, decidió acudir a la tina
del claustro, estaba cerca y apenas podía moverse, subió por la escalerilla,
las laceraciones le quemaban al introducirse en el agua y los golpes le agudizaban
cualquier movimiento. No podía mantener los ojos abiertos y estaba somnoliento, deslizándose
hacia el interior de esta y tragando agua sin desearlo. Empezó a manotear sin
saber donde agarrarse, se estaba ahogando.
Una fuerte mano lo agarró, levantándolo. Saco su
cabeza e inhalo el ansiado aire, era Dedofacil quien le ayudo en su desventura,
la elfa miró con cara de preocupación el maltrecho estado del muchacho. Lo saco
de allí, mojándose de nuevo y cogiéndolo en brazos, lo llevo a su habitación.
Lo depositó con cariño en su cama, dejándolo boca
abajo. Estaba tan desecho que no dijo nada, dudaba que pudiera moverse al día
siguiente y esa mujer volvería a maltratarlo, de esta seguro lo desgraciaba
para siempre y a él le gustaría tener hijos, llevar una vida con familia,
sentir el amor de su pareja.
Volvió a oír la puerta, era Dedofacil de nuevo,
se acomodó a su lado en la cama y empezó a darle un ungüento en sus zonas
doloridas, las cuales constituían casi todo su cuerpo.
-Esto sanara tus heridas muy rápido. Mañana estarás
como nuevo y yo podré castigarte con saña otra vez -dijo divertida- no creas te
deseo ningún mal, pero si no aprendes a defenderte, no sobrevivirás ni al
primer encuentro y no me agradaría algo así. Tengo permiso de la Primer
caballero para dedicarme en entero a tu instrucción, en unos diez años yo creo…
-¡Diez años! Tanto… tanto tiempo. ¿No tienes otra
cosa que hacer? -respondió sorprendido Largasiesta.
La elfa se rió, fue una risa abierta. –Sabes, he
servido a la Orden durante muchos siglos y necesitaba un pequeño descanso. Creo
me lo merezco, enfrentarte a los “sin” agota al más fuerte, me vendrá muy bien
este cambio. Además, me gustas.
El muchacho se sintió sorprendido por la extrema
sinceridad de la mujer elfa. No solo tenía una edad imposible de determinar,
sino le confesaba su gusto por él sin ningún temor. Pero lo más extraño fue el
comentario sobre los “sin”, ignoraba a quien se refería.
-¿Qué son los “sin”? No he oído hablar de ellos -preguntó con curiosidad mientras la elfa le atendía sus heridas.
-Son la principal razón por la cual existimos.
Sin corazón, sin piedad, sin voluntad, sin esperanza, y muchas más que me duele
confesar. Existen y no podemos ignorarlos, somos la primera línea de batalla,
aunque ignoro si la última. Por desgracia, algún día te encontraras con ellos y
habrás deseado no haberlo hecho -su voz se torno seria y perdió todo el entusiasmo
al hablar sobre ese tema.
-Aun hay más cosas, pero tu ignorancia es una
bendita felicidad. Los demás debemos existir con unos angustiosos
conocimientos. Añoraras estos años y desearas no hubiesen acabado nunca. Pero
ahora no es el momento, relájate y disfruta de mis cuidados -las manos se
deslizaron con soltura, relajando el hiriente dolor, comprobando como este desaparecía.- Descansa, luego te traeré un bocado. Soy una excelente cocinera, ya lo veras.
Dejó a Largasiesta con sus pensamientos. Este se
encontraba mucho mejor, pero tenía serias dudas de donde se había metido, aquel
lugar no era una Orden de caballería normal y corriente, era mucho más, parecía
cuanto conociese del mundo no correspondía a la cruda realidad. Estaba cansado
y necesitaba dormir, sus ojos estaban agotados, y en este estado se dispuso a olvidarlo todo.
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