Si eres mayor de 18 años adelante, de otra manera te ruego no sigas leyendo, tan solo debes esperar a tener la edad idónea y continuar con la lectura. Es un compromiso personal por mi parte advertirte del carácter adulto de esta historia. Sé que eres curioso y nada puedo hacer por dominar ese instinto tuyo, si logras dominar tu impaciencia, habrás dominado tu persona. Todo tiene su momento y este siempre llega. Gracias por tu amable atención.
Abrió los ojos, estaba tumbada junto al joven
tendero en la habitación que sus padres tenían reservada para él. Sus torneadas
y largas piernas rodeaban el cuerpo del chico dormido, ambos estaban desnudos,
la elfa echada junto a este, apretada sin dejar ningún resquicio entre ellos.
Adoraba ese contacto, el calor de la piel emanaba del relajado chico y
observaba su respiración pausada con deleite.
Lo miró con detenimiento, no era una persona
agraciada, no al menos como se entendía la belleza por el común de los
mortales. Pero eso no le importaba, no estaba con él por su presencia física,
sino por la belleza interior que solo ella podía percibir. Era una persona de
buen corazón y eso le bastaba, se entregaría siempre a espíritus como el del
chico. A pesar de que le sacaba un buen trecho en estatura, la elfa era muy
alta y su proporcionada figura contrastaba con el jovenzuelo corto de piernas.
Se había fijado en él cuando caminaba embozada
por la calle, con su cuerpo encogido para evitar miradas inoportunas. No podía
reprimir sentirse atraída por una llamada así, nunca lo hizo y seguiría haciéndolo,
sabía cuán importante era otorgar un poco de consuelo a esos seres tan
especiales.
La inmensa mayoría de las personas navega en un
mar que posee dos orillas muy diferenciadas entre sí, permanecen en medio, sin
decidirse por cuál de ellas se decantaran en un futuro próximo. A veces, las
mareas y tumultos de la vida los llevaban a la orilla equivocada y en ella
quedaban, presos de su decisión desafortunada y atrayendo hasta esta a otros, a
quienes harían tan desgraciados como ellos. El inmenso gentío que formaba la
vida en Tamtasia, apoyaba sus pies alguna vez en ambas, fruto de la indecisión
de sus espíritus en el difícil trasiego de sus existencias. Ella no era quien
para juzgarles, solo sentía lástima en unas cuantas ocasiones y compasión por
la mayoría.
Aquel chico estaba pletórico y transmitía su alegría
a quienes se cruzaban con él. La elfa entró en la tienda ocultada por su eficaz
disfraz y esperó, haciéndose la indecisa entre los artículos a que esta
estuviera despejada de clientes.
-Os puedo ayudar, si lo deseáis -dijo con toda la
inocencia del mundo. Luego se quedo observándola, como si estudiase
detenidamente su ropaje y llegase a una conclusión.
-Si no tenéis dinero, no importa. Coged cuanto queráis,
aunque sed discreto, mis padres me matarían si supiera regalo la comida a
cuantos necesitados pasan por la tienda. Pero yo les engaño, una mentira sin
malicia, descontando la parte de mi paga de cuanto se llevan. Coged sin miedo,
no os delataré.
Aquellas palabras la conmovieron. Aun conociendo
el carácter del ser junto al cual se encontraba, seguía sorprendiéndose con
algunas situaciones, no esperaba menos del chico, pero podía contemplar cómo
este superaba todas sus expectativas. Sus sentidos nunca la engañaban, nunca en
casos así.
Se acercó hasta él, la capucha y la forma
entornada que había adoptado evitaban conocer su naturaleza, lo hizo con
delicados movimientos para no asustar a este con improvisadas apariciones. Su
mano se deslizo para coger la del muchacho, el joven percibió la exquisita
forma de esta y se sobrecogió a su contacto.
-Es hora de cerrar la tienda -exclamó Hurtadillas
con calmada voz. Sonaba con una confianza y firmeza tal que este no dijo nada y
se dirigió presuroso a cumplir ese mandato. Lo hacía por propia iniciativa,
pues la elfa odiaba usar sus poderes para dominar las voluntades ajenas y no
hizo uso de este.
El tendero estaba nervioso, no acertaba con las
llaves adecuadas y los cortinajes fueron corridos de una forma torpe y sin
esmero. No sabía la razón de porque actuaba así, pero la persona que allí se
encontraba junto a él era especial y como tal debía ser tratado.
-¿Quién sois? ¿Qué queréis de mí? -su voz sonó
acelerada, presa de una excitación que no comprendía.
La elfa se retiro la capucha y alzo su torso en
todo su esplendor. La habitación pareció llenarse de luz propia y cuanto en
ella se encontraba parecía nuevo. El muchacho cayó hacia atrás, golpeándose su
trasero contra el duro suelo de buena madera. Su rostro sobrecogido por tamaña
presencia, con su boca abierta y los ojos más abiertos aún, como si fuera una
aparición inesperada. En cierta forma lo era, la rubia mujer no podía
sorprenderse por el efecto que causaba y menos aún, en cierto tipo de almas
nobles.
Este permanecía en el suelo, incapaz de moverse
mientras contemplaba como se acercaba hacia él. Se movía de forma primorosa,
excepcional, como jamás hubo visto a nadie hacerlo, cuando estuvo a su lado se
puso encima de este, apretando sus increíbles nalgas contra su cuerpo. Podía
notar el calor de la entrepierna de esta y ella la creciente excitación del
muchacho.
-Veo te alegras de mi presencia -dijo la elfa con
una amplia sonrisa. Le besó, fue un besó cálido, sin mesura, entregado y
apasionado como hacía mucho tiempo no daba.
Se desprendió de su capa andrajosa mostrando su
verdadera vestimenta. Vestía una camisa de seda verde cubierta por un jubón de
igual color y dibujos de hilo de oro, llevaba una extraña combinación de falda
pantalón verde, con altas botas de cuero en ese mismo color. Una diadema le
cruzaba el cabello realzándolo como si fuera una cascada de dorado metal.
-Esta noche te quiero para mí. Espérame en tu
habitación y acudiré a complacerte. Te lo debo y pagaré mi deuda contigo -susurró al oído del joven, acto seguido se levantó y salió del lugar a tal
velocidad que no supo si era un sueño o real cuanto le había pasado. Un olor permanecía en la instancia, era un olor
de naturaleza fresca. Parecía estuviera en el campo después de una lluvia y
oliese a limpio, en aquel momento no dudo de que cuanto hubo visto fue auténtico.
Hurtadillas volvió a su disfraz, perdiéndose entre
el bullicio de la ciudad. No deseaba la vieran, pues había gente que no la quería
y su existencia era importante si este mundo deseaba sobrevivir. Guardaba
muchos secretos, asuntos de los cuales la gente nada sospechaba, viviendo sus
vidas despreocupados mientras a espaldas de ellos peligros ciertos les
amenazaban. Tampoco podía contárselos, resultarían tan increíbles que nadie
confiaría en ella, les parecería una loca la cual solo quería llamar la
atención. Y sabía su presencia física también les intimidaba, nunca fiarían en
sus palabras.
Fue a un lugar seguro, en una buhardilla donde se
encontraban alojadas sus pertenencias. Ahí estaban a salvo, con su metamorfo
Chispita aguardando, quien la protegía cuando en raras ocasiones se prestaba a descansar. “Demasiados
enemigos” pensó la elfa mientras se preparaba para la larga noche, en su
extenso ajuar todo era de color verde, como a ella le gustaba, pero todos sus
ropajes eran diferentes y de un diseño exquisito. Muchos grandes señores suspirarían
y entregarían sus riquezas por yacer con aquella mujer, pero ella solo se
entregaba a quien de veras le merecía. Y su elección siempre resultaba
paradójica.
En su memoria apareció un breve destello sobre un
asunto que debería de tratar en el futuro próximo. Había visto a una niña muy
prometedora, con el tiempo se convertiría en una mujer de gran belleza, incluso
para tratarse de una humana. Era poderosa, la magia era innata en ella y la furia
también, en ese futuro por venir tendría que evitar a la muchacha llevar un
camino de ira y venganza, debía intentar encaminarla hacía la orilla tranquila,
esto iba a ser una dura tarea. Si lo lograba tendría una aliada muy poderosa
con la cual podría tener éxito y tal vez, algo más. Los haces del destino eran
inciertos y aún era pronto para discernir cambios en estos. Aquello la distrajo
de su propósito de la noche y lo dejó apartado hasta llegar su momento.
Ya caía el sol, era el momento del chico y el
suyo. Le atendería en todos sus deseos, fueran estos como fuesen, no tenia tabús
a la hora de entregarse a la pasión y sabía iba a disfrutar con total
seguridad. En esos instantes se dejaba abandonar, olvidándose de todas sus
preocupaciones y temores, sus únicos ratos de sosiego.
Existían recuerdos que no deseaba prolongar,
espantosas revelaciones que podrían llegar a hacerla enloquecer, pero estaba
decidida a dominarlos y usarlos en beneficio propio. De donde hubo mal, aún
podría haber bien, en esa esperanza basaba su suerte diaria.
Salió de la buhardilla en noche ya cerrada, el
chico la estaría esperando ansioso por descubrir un mundo de sensualidad y
cariño. Traspasó con rapidez barrios enteros de la ciudad aún despierta,
llegando hasta la casa indicada y escalando con habilidad la pared de esta para
acceder a la ventana apropiada. Sabía dónde se encontraba, veía el destello que
emanaba como un faro en la noche oscura, radiante y feliz a su espera.
Entró por la ventana sorprendiéndolo en pleno
estado de excitación. Ella no dijo nada, se limito a acercarse tranquila y lo
apretó contra sí, pudo notar la acelerada respiración y como temblaba nervioso
a su abrazo. Le sacaba al menos tres o cuatro cabezas si la elfa se erguía recta
sin calzado alguno, pero pareció encogerse y adoptar una postura en la
cual estaba equidistante a su amante. Ello complació al muchacho, sintiéndose menos
humillado en su estatura y más a gusto.
Pronto averiguaría si le gustaba el sexo salvaje
y apasionado, o el romántico y cariñoso, o una combinación de ambos. Ahora sabría
si le gustaban algunas posturas determinadas, alguno de los que llamaban “vicios”
el resto de esos engreídos humanos, en los que aún mostrando cariño y respeto,
los civilizados habitantes murmuraban como si fuese un mal reprochable.
Lo probaron todo y fue una entrega maravillosa.
Quedaron plenamente satisfechos y el joven se quedo dormido con placidez, su
miembro viril ya no podía dar más de sí y la elfa no quería agotarlo, podía
llegar a un final trágico si se dejaba llevar por su fogosa intuición.
Decidió ya era hora de irse, el sol estaba
a punto de salir y le apetecía ir a ver a la chica quien tanta expectación le
hubo provocado. En sigilo absoluto se fue de la habitación, no sin antes darle
una pequeña gota al joven que la llevaría al olvido en su mente y le daría fuerzas para
acometer el incipiente día con nuevas ilusiones.
Llego hasta el colegio de Nosonlastantas y burló
sus defensas mágicas con hilarante facilidad. Se escabulló hasta encontrarse
frente a las ventanas donde vivía la muchacha objeto de su atención. Con
cautela miró a su interior y la vio, ya se había levantado, era trabajadora e
insistente, inmersa en la lectura de enseñanzas mágicas con gran interés, levantó la cabeza de improviso y por muy poco, casi pilla a Hurtadillas observándola.
Parecía como si la hubiese presentido, así que para no tentar a la suerte
decidió era momento de seguir con sus asuntos, ya habría tiempo para la
jovenzuela humana.
Encaminándose por las calles de la ciudad, paso
por la tienda donde el muchacho ya trabajaba. Ella iba vestida con su disfraz y
nadie le prestaba atención alguna, sonrió para sus adentros y se perdió entre
el estrépito del mercado.
Años más tarde, unos hombres pertenecientes a la
banda del señor de los caminos, matarían al más grandioso de todos los bardos, el
genial y único Cantabulla, en un camino cerca de Nueva Capital, para robarle su
bien ganada fortuna. Todos le lloraron y nadie comprendió nunca de donde había
sacado un pobre mortal tanta inspiración. Solo la elfa, a quien había amado un
día, conocía la verdad y fue ella quien llegó tarde a salvarlo pudiendo,
entre lágrimas de color verde, acudir junto a su cadáver y para honrar su memoria, cerrar sus ojos.
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