martes, 18 de diciembre de 2012

SECRETOS Y SORPRESAS (+18 ligero)

Si eres mayor de 18 años adelante, de otra manera te ruego no sigas leyendo, tan solo debes esperar a tener la edad idónea y continuar con la lectura. Es un compromiso personal por mi parte advertirte del carácter adulto de esta historia. Sé que eres curioso y nada puedo hacer por dominar ese instinto tuyo, si logras dominar tu impaciencia, habrás dominado tu persona. Todo tiene su momento y este siempre llega. Gracias por tu amable atención.


Abrió los ojos, estaba tumbada junto al joven tendero en la habitación que sus padres tenían reservada para él. Sus torneadas y largas piernas rodeaban el cuerpo del chico dormido, ambos estaban desnudos, la elfa echada junto a este, apretada sin dejar ningún resquicio entre ellos. Adoraba ese contacto, el calor de la piel emanaba del relajado chico y observaba su respiración pausada con deleite.

Lo miró con detenimiento, no era una persona agraciada, no al menos como se entendía la belleza por el común de los mortales. Pero eso no le importaba, no estaba con él por su presencia física, sino por la belleza interior que solo ella podía percibir. Era una persona de buen corazón y eso le bastaba, se entregaría siempre a espíritus como el del chico. A pesar de que le sacaba un buen trecho en estatura, la elfa era muy alta y su proporcionada figura contrastaba con el jovenzuelo corto de piernas.

Se había fijado en él cuando caminaba embozada por la calle, con su cuerpo encogido para evitar miradas inoportunas. No podía reprimir sentirse atraída por una llamada así, nunca lo hizo y seguiría haciéndolo, sabía cuán importante era otorgar un poco de consuelo a esos seres tan especiales.

La inmensa mayoría de las personas navega en un mar que posee dos orillas muy diferenciadas entre sí, permanecen en medio, sin decidirse por cuál de ellas se decantaran en un futuro próximo. A veces, las mareas y tumultos de la vida los llevaban a la orilla equivocada y en ella quedaban, presos de su decisión desafortunada y atrayendo hasta esta a otros, a quienes harían tan desgraciados como ellos. El inmenso gentío que formaba la vida en Tamtasia, apoyaba sus pies alguna vez en ambas, fruto de la indecisión de sus espíritus en el difícil trasiego de sus existencias. Ella no era quien para juzgarles, solo sentía lástima en unas cuantas ocasiones y compasión por la mayoría.

Aquel chico estaba pletórico y transmitía su alegría a quienes se cruzaban con él. La elfa entró en la tienda ocultada por su eficaz disfraz y esperó, haciéndose la indecisa entre los artículos a que esta estuviera despejada de clientes.

-Os puedo ayudar, si lo deseáis -dijo con toda la inocencia del mundo. Luego se quedo observándola, como si estudiase detenidamente su ropaje y llegase a una conclusión. 

-Si no tenéis dinero, no importa. Coged cuanto queráis, aunque sed discreto, mis padres me matarían si supiera regalo la comida a cuantos necesitados pasan por la tienda. Pero yo les engaño, una mentira sin malicia, descontando la parte de mi paga de cuanto se llevan. Coged sin miedo, no os delataré.

Aquellas palabras la conmovieron. Aun conociendo el carácter del ser junto al cual se encontraba, seguía sorprendiéndose con algunas situaciones, no esperaba menos del chico, pero podía contemplar cómo este superaba todas sus expectativas. Sus sentidos nunca la engañaban, nunca en casos así.
 
Se acercó hasta él, la capucha y la forma entornada que había adoptado evitaban conocer su naturaleza, lo hizo con delicados movimientos para no asustar a este con improvisadas apariciones. Su mano se deslizo para coger la del muchacho, el joven percibió la exquisita forma de esta y se sobrecogió a su contacto.

-Es hora de cerrar la tienda -exclamó Hurtadillas con calmada voz. Sonaba con una confianza y firmeza tal que este no dijo nada y se dirigió presuroso a cumplir ese mandato. Lo hacía por propia iniciativa, pues la elfa odiaba usar sus poderes para dominar las voluntades ajenas y no hizo uso de este.

El tendero estaba nervioso, no acertaba con las llaves adecuadas y los cortinajes fueron corridos de una forma torpe y sin esmero. No sabía la razón de porque actuaba así, pero la persona que allí se encontraba junto a él era especial y como tal debía ser tratado.

-¿Quién sois? ¿Qué queréis de mí? -su voz sonó acelerada, presa de una excitación que no comprendía.

La elfa se retiro la capucha y alzo su torso en todo su esplendor. La habitación pareció llenarse de luz propia y cuanto en ella se encontraba parecía nuevo. El muchacho cayó hacia atrás, golpeándose su trasero contra el duro suelo de buena madera. Su rostro sobrecogido por tamaña presencia, con su boca abierta y los ojos más abiertos aún, como si fuera una aparición inesperada. En cierta forma lo era, la rubia mujer no podía sorprenderse por el efecto que causaba y menos aún, en cierto tipo de almas nobles.

Este permanecía en el suelo, incapaz de moverse mientras contemplaba como se acercaba hacia él. Se movía de forma primorosa, excepcional, como jamás hubo visto a nadie hacerlo, cuando estuvo a su lado se puso encima de este, apretando sus increíbles nalgas contra su cuerpo. Podía notar el calor de la entrepierna de esta y ella la creciente excitación del muchacho.

-Veo te alegras de mi presencia -dijo la elfa con una amplia sonrisa. Le besó, fue un besó cálido, sin mesura, entregado y apasionado como hacía mucho tiempo no daba. 

Se desprendió de su capa andrajosa mostrando su verdadera vestimenta. Vestía una camisa de seda verde cubierta por un jubón de igual color y dibujos de hilo de oro, llevaba una extraña combinación de falda pantalón verde, con altas botas de cuero en ese mismo color. Una diadema le cruzaba el cabello realzándolo como si fuera una cascada de dorado metal.

-Esta noche te quiero para mí. Espérame en tu habitación y acudiré a complacerte. Te lo debo y pagaré mi deuda contigo -susurró al oído del joven, acto seguido se levantó y salió del lugar a tal velocidad que no supo si era un sueño o real cuanto le había pasado. Un olor permanecía en la instancia, era un olor de naturaleza fresca. Parecía estuviera en el campo después de una lluvia y oliese a limpio, en aquel momento no dudo de que cuanto hubo visto fue auténtico.

Hurtadillas volvió a su disfraz, perdiéndose entre el bullicio de la ciudad. No deseaba la vieran, pues había gente que no la quería y su existencia era importante si este mundo deseaba sobrevivir. Guardaba muchos secretos, asuntos de los cuales la gente nada sospechaba, viviendo sus vidas despreocupados mientras a espaldas de ellos peligros ciertos les amenazaban. Tampoco podía contárselos, resultarían tan increíbles que nadie confiaría en ella, les parecería una loca la cual solo quería llamar la atención. Y sabía su presencia física también les intimidaba, nunca fiarían en sus palabras.

Fue a un lugar seguro, en una buhardilla donde se encontraban alojadas sus pertenencias. Ahí estaban a salvo, con su metamorfo Chispita aguardando, quien la protegía cuando en raras ocasiones se prestaba a descansar. “Demasiados enemigos” pensó la elfa mientras se preparaba para la larga noche, en su extenso ajuar todo era de color verde, como a ella le gustaba, pero todos sus ropajes eran diferentes y de un diseño exquisito. Muchos grandes señores suspirarían y entregarían sus riquezas por yacer con aquella mujer, pero ella solo se entregaba a quien de veras le merecía. Y su elección siempre resultaba paradójica.

En su memoria apareció un breve destello sobre un asunto que debería de tratar en el futuro próximo. Había visto a una niña muy prometedora, con el tiempo se convertiría en una mujer de gran belleza, incluso para tratarse de una humana. Era poderosa, la magia era innata en ella y la furia también, en ese futuro por venir tendría que evitar a la muchacha llevar un camino de ira y venganza, debía intentar encaminarla hacía la orilla tranquila, esto iba a ser una dura tarea. Si lo lograba tendría una aliada muy poderosa con la cual podría tener éxito y tal vez, algo más. Los haces del destino eran inciertos y aún era pronto para discernir cambios en estos. Aquello la distrajo de su propósito de la noche y lo dejó apartado hasta llegar su momento.

Ya caía el sol, era el momento del chico y el suyo. Le atendería en todos sus deseos, fueran estos como fuesen, no tenia tabús a la hora de entregarse a la pasión y sabía iba a disfrutar con total seguridad. En esos instantes se dejaba abandonar, olvidándose de todas sus preocupaciones y temores, sus únicos ratos de sosiego.

Existían recuerdos que no deseaba prolongar, espantosas revelaciones que podrían llegar a hacerla enloquecer, pero estaba decidida a dominarlos y usarlos en beneficio propio. De donde hubo mal, aún podría haber bien, en esa esperanza basaba su suerte diaria. 

Salió de la buhardilla en noche ya cerrada, el chico la estaría esperando ansioso por descubrir un mundo de sensualidad y cariño. Traspasó con rapidez barrios enteros de la ciudad aún despierta, llegando hasta la casa indicada y escalando con habilidad la pared de esta para acceder a la ventana apropiada. Sabía dónde se encontraba, veía el destello que emanaba como un faro en la noche oscura, radiante y feliz a su espera.

Entró por la ventana sorprendiéndolo en pleno estado de excitación. Ella no dijo nada, se limito a acercarse tranquila y lo apretó contra sí, pudo notar la acelerada respiración y como temblaba nervioso a su abrazo. Le sacaba al menos tres o cuatro cabezas si la elfa se erguía recta sin calzado alguno, pero pareció encogerse y adoptar una postura en la cual estaba equidistante a su amante. Ello complació al muchacho, sintiéndose menos humillado en su estatura y más a gusto.

Pronto averiguaría si le gustaba el sexo salvaje y apasionado, o el romántico y cariñoso, o una combinación de ambos. Ahora sabría si le gustaban algunas posturas determinadas, alguno de los que llamaban “vicios” el resto de esos engreídos humanos, en los que aún mostrando cariño y respeto, los civilizados habitantes murmuraban como si fuese un mal reprochable.
 
Lo probaron todo y fue una entrega maravillosa. Quedaron plenamente satisfechos y el joven se quedo dormido con placidez, su miembro viril ya no podía dar más de sí y la elfa no quería agotarlo, podía llegar a un final trágico si se dejaba llevar por su fogosa intuición.

Decidió ya era hora de irse, el sol estaba a punto de salir y le apetecía ir a ver a la chica quien tanta expectación le hubo provocado. En sigilo absoluto se fue de la habitación, no sin antes darle una pequeña gota al joven que la llevaría al olvido en su mente y le daría fuerzas para acometer el incipiente día con nuevas ilusiones.

Llego hasta el colegio de Nosonlastantas y burló sus defensas mágicas con hilarante facilidad. Se escabulló hasta encontrarse frente a las ventanas donde vivía la muchacha objeto de su atención. Con cautela miró a su interior y la vio, ya se había levantado, era trabajadora e insistente, inmersa en la lectura de enseñanzas mágicas con gran interés, levantó la cabeza de improviso y por muy poco, casi pilla a Hurtadillas observándola. Parecía como si la hubiese presentido, así que para no tentar a la suerte decidió era momento de seguir con sus asuntos, ya habría tiempo para la jovenzuela humana.

Encaminándose por las calles de la ciudad, paso por la tienda donde el muchacho ya trabajaba. Ella iba vestida con su disfraz y nadie le prestaba atención alguna, sonrió para sus adentros y se perdió entre el estrépito del mercado.

Años más tarde, unos hombres pertenecientes a la banda del señor de los caminos, matarían al más grandioso de todos los bardos, el genial y único Cantabulla, en un camino cerca de Nueva Capital, para robarle su bien ganada fortuna. Todos le lloraron y nadie comprendió nunca de donde había sacado un pobre mortal tanta inspiración. Solo la elfa, a quien había amado un día, conocía la verdad y fue ella quien llegó tarde a salvarlo pudiendo, entre lágrimas de color verde, acudir junto a su cadáver y para honrar su memoria, cerrar sus ojos.

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