Abrió los ojos, aún continuaba tumbada en su cama, ignorante de como podría acabar aquel día tan señalado. Apenas hubo podido dormir, preocupada por cuantos acontecimientos la habían arrastrado hasta aquel momento, estaba cansada e irritada, aunque esto último era tan propio de ella como comer o respirar.
Se levantó pausada y perezosa, desearía con todas sus fuerzas seguir en aquella posición y dejar pasar esa mañana sin pensar ni desear nada, pero se lo había buscado y debía enfrentarse con valentía a sus actos. En Nosonlastantas, el colegio mágico de mayor importancia de Tamtasia, era esencial la puntualidad, si alguien aspiraba a un cargo en su consejo debía representar lo mejor en todos los aspectos y nunca faltaría a esas reglas, aún cuando incumplieran todos los demás con sus obligaciones.
Se miró al espejo, ojerosa y apática, el ceño juntado como era habitual cuando pensaba en sus compañeros, "panda de petulantes estúpidos" pensó sin dudar, se vio obligada a concentrarse para dominar esas cejas rebeldes y devolverlas a un estado de aparente tranquilidad. Le daban un aspecto de salvaje con el cual perdía toda su feminidad y ella era una de las mejores representaciones de la belleza.
Decían, y nadie dudaba semejante afirmación, era una de las mujeres mas hermosas de cuantas se hubieron conocido en los registros gráficos del mundo. Ya cuando era niña destilaba frescura y vitalidad en cuantos empeños tenía, nunca tuvo que hacer uso de la magia para ocultar defectos o imperfecciones, ni necesitaba de sortilegio alguno para engañar ni aparentar. Era tal cual como se la veía y aquello aún despertaba mayor admiración, y por tanto, mayor envidia.
Se tocó su melena negra notandola enredada y rizada, señal
de que su poder mágico se encontraba a su disposición. Pasó el cepillo para
alisarlo y pequeños destellos de luz azul eléctrica centellearon al recorrer
los delicados cabellos, debía de alisarlos cuanto pudiera para disimular su
indefensión, con ello le daría ventaja frente a sus adversarios. Aquel día les enseñaría
lo que significa ser mago y dominar las corrientes etéreas de poder.
Se lavó, mojándose la cara con agua helada para
eliminar sus ojeras y la modorra que aún la invadía, debía de concentrarse en
dar lo mejor de si misma. Volvió a mirarse al espejo, reflejó la imagen
que esperaba, la de una mujer despierta e inteligente, una belleza esplendorosa
capaz de cualquier empresa. Su ceño había vuelto a juntarse y tuvo que
concentrarse de nuevo para separarlo.
Era hora de vestirse, de forma sencilla pues era
necesario aportar humildad, escogió un delicado traje azul, su preferido, para
acudir al lugar donde se iniciarían los retos y se demostraría la valía de
quienes deseaban ascender a tal honor. El corpiño mostraba sus encantos pero no
enseñaba nada, no era mujer de provocaciones, mas a pesar de que su traje
tapase el cuerpo, no podía evitar su índole femenina.
Dudó si tomaba el desayuno, pero al final decidió
no comer nada. Tenía el estomago un tanto revuelto y no deseaba empeorar la
situación. Una vez más se miró al espejo, y una vez más tuvo que esforzarse en
hacer recuperar a su ceño el lugar correcto. “Condenada mala leche” pensó al
ver su expresión una vez más turbada por su continuo enojo.
Con su compostura intacta, tal y como
esperaba mostrarse, salió de sus habitaciones caminando sin prisa, pero sin
pausa, debía recorrer un largo trecho hasta las instalaciones principales, el
salón de los desafíos, donde se desarrollarían los enfrentamientos y pruebas.
Todos la miraban, aunque se mantenía indiferente a las insinuantes
observaciones y comentarios que escuchaba, no obstante procuraba mantenerse
cordial con cuantos se cruzaban en su paso.
Llego al sitio indicando en el momento preciso,
desafiante y radiante, esplendorosa y en apariencia, tranquila. Pero por dentro
el estómago se le revolvía y ardía en deseos de salir de aquel lugar, a alguna
plaza de Gran Capital, para deleitarse ver corriendo a los niños y contemplar
el cielo azul sin otras preocupaciones. Sabia ocultar sus emociones, lo llevaba
haciendo toda su vida, aunque el ceño habría vuelto al equivocado equilibrio
que ahora no se molestaría en arreglar.
Contempló el escenario, lo había visto miles de
veces, pero aquella vez parecía diferente. Era un espacio amplio, con
salvaguardas en las columnas que bordeaban los límites de la ancha estancia
para evitar accidentes, protecciones poderosas que impedían salieran los
hechizos fuera de aquellos márgenes. Habían sido instaladas el día anterior y
aún refulgían con intensidad en sus marcados trazos. Le parecieron
interesantes, habría de estudiarlas en un futuro cercano. Recabar información y
sobre todo de cualquier tipo de magia, era su oculta pasión.
A ella jamás le había interesado un puesto en el
consejo mágico, lo que en realidad ansiaba era el acceso a la biblioteca de
magia, cuyo único requisito para poder verla, era ser miembro de derecho de
aquella antiquísima junta. Y aún más, se decía que el mismísimo archimago tenía
a su disposición otros libros que ni siquiera los mismos integrantes podían
ver. Aquello estimulaba su imaginación y el deseo de poder leerlos, no por
aspiraciones de dominio, sino por puro conocimiento, en ello era leal a sus propias
convicciones.
Ensimismada en sus pensamientos, el acto dio
inicio. Había quince magos, además de ella, aspirando alcanzar ese honor, todos
ellos mayores que esta jovenzuela de diecisiete años, toda una afrenta por su
juventud a los ideales de que la mocedad es irresponsable e incapaz por tal
hecho, de comprender las sutilezas de la auténtica magia.
Empezaron los enfrentamientos, por orden de edad
y experiencia, por tanto era la última en demostrar su valía y hubo de
esperar se aclarasen los demás duelos para tener lugar el suyo. Miró al
tribunal, allí se encontraba Solocontiza, su protector, quien la había
arrancado de las raíces de la miseria y la orfandad para darle aquella
educación, y con ello una oportunidad. Sabía que no la miraría salvo cuando
fuese su turno, debía de estar atento a su labor y no distraerse en su pupila,
ya habían hablado bastante el día anterior sobre como debería comportarse y no
angustiarse si en aquella ocasión no tenía éxito en su propósito. Aunque sabía
que confiaba en ella y no dudaba sería capaz de afrontar los retos sin
problemas.
Llegó su turno, no había prestado ninguna
atención a los combates anteriores, le parecieron vulgares y aburridos, faltos
de toda inspiración y gracia. Su oponente era un mago de reputación, como todos
los demás, un tal Comeycalla que gozaba de cierta fama por sus preparados alquímicos.
Eso no impresionaba a la muchacha, tan solo se limitó a plantarse delante del rival y esperar.
Comeycalla se concentró, satisfecho en su valía y
buen hacer, para preparar su ataque, pero su oponente femenina no hizo sino
mover un dedo y salió disparado contra las protecciones del otro lado de
la sala, golpeándose contra estas y cayendo tan aturdido que el combate se dio
por finalizado casi sin haberse iniciado.
“Aburrido, aburrido y aburrido” pensó la chica
con gesto de consternación, esperaba algo mejor y la paciencia rara vez se convertía
en una de sus virtudes. Salió del lugar del enfrentamiento con su entrecejo
forzado y se recordó a si misma debía aliviar esa presión sobre su frente y
hacer menos caso de sus retorcijones de estomago, producto de los nervios que
la dominaban.
Se oyeron por todo el lugar murmullos
incontrolados, pero no le importaba cuanto pudieran decir de su persona. Había
hecho lo que debía cuando podía o lo que podía cuando debía, eso le era
indiferente. Lo hizo y punto. Observó la mirada complaciente de Solocontiza y
eso bastó para aliviarla.
Ahora solo quedaban ocho magos y de nuevo ella
sería la última. Solo existía una plaza a cubrir en el consejo y la lucha sería
feroz.
Los seis primeros oponentes dilucidaron con
prontitud sus diferencias. Tomaydaca, Buentiempo y Rasamasa fueron los
vencedores, ahora le tocaba a ella enfrentarse a Doscuidados, un eficaz mago
del fuego que parecía un poco más competente en sus labores.
Entraron ambos a ocupar sus posiciones,
Doscuidados la miraba con un desprecio evidente, pero no tendría piedad alguna
en machacarla si le daba opción. La muchacha movió su dedo y el mago
dispuso una fuerte barrera que detuvo su primer ataque. “Interesante” pensó la
muchacha, luego movió otro dedo y una incontenible fuerza aplastó al hombre
contra la barrera, produciéndose un caso muy parecido al primer combate. “Aburrido
y aburrido” reflexionó la chica mientras se alejaba victoriosa de nuevo.
Los murmullos se incrementaron, no le importó de
nuevo, sus tripas seguían removiéndose y el ceño le turbaba, no lograba
devolverlo a su original disposición. Tampoco le importó, no estaba allí para
que la contemplasen, sino para que la aceptasen de una vez por todas. Sabia tenían
grandes recelos de ella y gran parte de los magos en su contra desde un
principio.
El consejo debatió durante un largo trecho. Sabía
que urdían alguna trama en su contra y desearían perjudicarla, pero debían seguir
las reglas o ellos mismos serian objeto de murmuraciones. Al final terminaron
de discutir, contemplo la cara de desagrado de Solocontiza, algo debía de haber
ocurrido para que este se enfadase de aquella manera.
Pronto supo la razón, sería un enfrentamiento a
cuatro bandas. Estaba segura que los otros tres la atacarían de forma conjunta
para lograr echarla de la lucha por el puesto del consejo. Su ceño se apretó,
la cara dulce y delicada se entorno en una máscara agresiva, la habían enfadado
con sus intentos de sabotear sus derechos y no estaba dispuesta a dejarse
manipular.
Ocupó su lugar, estaba concentrada en los
movimientos de sus oponentes. El estomago había dejado de preocuparla y una
única idea la dominaba, no tendría piedad si se veía obligada a ello. El pelo
negro se encrespó, rizándose su melena. Sus ojos observaron las débiles
corrientes de poder que pronto se convertirían en vendavales y se dispuso con
todos sus conocimientos hacer frente ante aquella situación.
No había reglas para estos enfrentamientos, quien
quedaba en pie era el ganador, siempre y cuando no se empleasen tácticas tan
agresivas que dañasen o incapacitasen a los oponentes permanentemente. Eso
sería sancionado y con dureza.
Sabía que habrían pactado entre ellos, uno de
aquellos tres aseguraba su puesto y las prebendas que este suponía si los demás
le ayudaban, a cambio este les facilitaría su puesto en unas futuras vacantes
sin necesidad de ensuciarse las manos. Aquello le repugnaba y la enfadaba aún
más. No le gustaba el juego sucio y sin embargo, tendría que lidiar en el.
Como supuso los tres atacaron a la vez, con
diferentes magias y habilidades. Fuego, viento y hielo la envolvieron, pero
estaba preparada y sin inmutarse deshizo estos como si no significasen nada y decidió
acabar de una vez por todas. Movió su mano completa, un veloz movimiento y la
empuñó como si fuera una lanza en dirección a sus adversarios. Nada pudieron
sus escudos, ni sus protecciones, ni ninguno de sus amuletos, todos ellos se
vieron impulsados con una violencia descomunal contra la barrera y la
traspasaron cayendo con estrépito fuera de sus límites.
La muchacha se relajó, todo había acabado. Miró
al tribunal del consejo desafiante, nadie se atrevió a reprocharle nada, aunque
se alzaron voces diciendo que había usado una fuerza excesiva y debía ser
descalificada.
-No he hecho sino defenderrme -aludió como toda justificación- y vuestrras prrotecciones no errán tan solidas como suponíais. No asumirré esa falta como culpa mía y solicito mi puesto en el consejo como me corrrresponde.
Esperallí se alzó en su tribuna, era el archimago
en funciones, pues nadie había superado aún la prueba para acceder a ese puesto
y este era ocupado de forma interina por el más viejo de sus integrantes.
Parecía dispuesto a desafiarla, pero una mirada intimidatoria de Solocontiza le
previno de que aquello tendría consecuencias. Se retuvo en sus intenciones y no
tuvo otro remedio que dar por concluida la elección con la candidata como
vencedora de aquellas pruebas.
La jovenzuela saludó como le correspondía y sin
más que una breve mirada de agradecimiento a su tutor salió del lugar, bajo la consternación
y protestas de un nutrido grupo, al cual ignoró sin más contemplaciones. “Divertido,
muy divertido” pensó esta vez mientras se alejaba con sus pasos decididos.
Llegó de nuevo a sus habitaciones, se quitó el
traje azul, lo guardó con reverencia y después de
colocarse una ropa más cómoda miró al sol por la ventana, debió de esforzarse un tanto pues aquel lugar no
era la mejor de las estancias y se convertía en una atribulada tarea discernir
el orbe luminoso de entre toda la maraña de edificaciones. Era mediodía, aun tenía
toda la tarde para ella, mañana acudiría a pedir sus nuevas estancias y haría valer
su derecho para acceder a la biblioteca del consejo. Más valía que no le
pusieran trabas o la enfadarían de veras. Recordó su ceño y se contempló en el
espejo, allí estaba ella, Testadurra Durradeverras la futura archimaga de
Tamtasia, con las cejas enervadas que no ceñudas. E intentando recobrar su
compostura y su porte no tan habitual, cerró sus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario