miércoles, 20 de febrero de 2013

LA ÚNICA MAGA VERDADERA




Abrió los ojos, esos ojos hermosos con los cuales los hombres quedaban cautivados. Unos iris grandes enmarcaban la pertinaz retina, esta ojeaba con cautela cuanto a su alcance ponía. Símbolos que formaban palabras y estas una frase, la frase se constituía en párrafos y los párrafos en capítulos, estos a su vez acababan con un título, con el cual se enunciaba todo el conjunto. 

“Artes de magia elemental” leyó en la tapa de cuero en la cual se contenía. “Diantres, menudo libro aburrido, aburrido y aburrido. Prefiero deletrear los compuestos y luego las enumeraciones lingüísticas. Sería mucho más entretenido”. Cogió este volviendo a dejarlo en una de las enormes estanterías que conformaban la biblioteca de Nosonlastantas.

“Si esto continua así, no necesitaran acabar conmigo. Me moriré antes de puro tedio” pensó consternada. Llevaba meses enteros investigando las salas a las cuales nunca hubo prestado atención y ahora sabía bien la razón, eran una reunión de absurdas interpretaciones y malas teorías, disparatadas divagaciones y callejones sin salida. No le extrañaba el nivel de muchos de aquellos con los cuales compartía su rango, leyendo esos libros nunca llegarían a nada.

Incluso sin recurrir a estudio alguno sabia existían dos clases de ramas mágicas: la elemental y la espiritual. La elemental comprendía tal como decía los elementos, agua, fuego, aire y tierra; su dominio era complejo y llevaba muchos años el poder conseguir una influencia mínima sobre estos. La espiritual, aún suponía mucho más esfuerzo, pues el dominio de lo inmaterial no estaba aún definido, en ella se encontraban la adivinación y la sanación, entre otras muchas. Era una enseñanza muy restringida y solo los mejores accedían a rascar un poco su superficie.

Luego estaba “compendia”, la gran magia, quien reunía ambas clases en una sola. Era un secreto callado, un murmullo entre quienes debatían sobre los misterios de ese poder, un silencio que clamaba ser terminado. Testadurra podía presumir de conocer los dos primeros, pero se encontraba impotente en la unión de los dos. Era arriesgado y lo sabía, podía poner en peligro la misma Tamtasia si algo salía mal, tal era su enigmático poder.

Pero su anhelo era conocer, nada la atraía más que su capacidad de intentar comprender y asimilar la magia, Su instinto natural le empujaba y animaba a seguir tras ello, aún cuando supusiera un enorme esfuerzo sin clara recompensa. “Compendia” sería el mayor triunfo y se constituía en su máxima aspiración, por ello debía acceder algún día a la biblioteca del archimago. Era el único lugar donde podría satisfacer su sed insaciable.

Alejó esos asuntos de su pensamiento y cogió otro libro: “Movimientos de conjuración” se titulaba, abrió sus páginas mirando su contenido. Lo cerró de golpe, tan fuerte que casi estuvo a punto de atraparse sus propios dedos. Cuanto vio le dio risa, era absurdo intentar hacer comprender a alguien los sutiles movimientos con unos gráficos tan burdos. Las carcajadas le salieron solas, cuanto más pensaba en la estupidez que había supuesto el esfuerzo de constituir un libro como aquel, más risa le daba, parecía una poseída y la gente a su alrededor la miraba con preocupación. 

Se dio cuenta del silencio formado junto a ella, compuso su figura de nuevo con disciplina y en un acto de educada elegancia depositó el risible libro en la estantería.

“Basta, no he hecho sino perder mi valioso tiempo. Aquí no encontraré respuestas, necesito acceso a la auténtica biblioteca, no esta payasada”. Luego pensó en los payasos, siempre le habían hecho reír, lo suyo era un arte y no era justo compararlos con aquellos nefastos escritos, se arrepintió de ese pensamiento al instante. “No, es un agravio para esa noble gente, los payasos me gustan. Sencillamente deberían de quemarlos, con tapas y todo. Al menos, durante un rato darían calor en una noche invernal. Son para lo único que sirven estos estúpidos libros.”

Mañana había Consejo y ella como miembro del mismo, podría formular su petición. Era algo sencillo en teoría, solo debía expresar su deseo de acceder al cargo de archimago y se procedería a concretar una fecha para tal prueba, pero en la práctica sabia o por lo menos esperaba, le pondrían gran cantidad de trabas. Sabía que temían ese momento desde el primer momento en el cual conocieron su innegable capacidad.

Volvió a sus habitaciones, esas espléndidas estancias a quienes pudo acceder por su propio esfuerzo, siempre que entraba en ellas recorría estas con el agrado de un conquistador en su territorio. Llegó a donde se encontraba la confortable cama y se desnudó, hoy dormiría en cueros. No quería sentir ropa alguna, le agobiaba alrededor de su cuerpo, necesitaba sentir el contacto fresco de aquellas sábanas de buena tela envolviéndola, como una capa protectora, cual si fuese una larva que fuese a sufrir su metamorfosis para transformarse en una maravillosa mariposa.

Se removió inquieta, no lograba conciliar el sueño. Sentía la observaban, pero no era una sensación desconocida, era una vieja acompañante, como si desde la infancia alguien la controlase en sus movimientos y a pesar de todos los esfuerzos por descubrir a ese mirón, se había burlado de todas sus defensas y artimañas. Era alguien a quien debería de conocer, pues una habilidad así no la había encontrado en toda la escuela y temía ese encuentro. Notaba esos ojos escrutándola, cuando en la tranquilidad de este refugio propio, escapaba de las miradas insidiosas del resto del mundo.                                                           

“No podrían detenerla, no podrían”. Su pensamiento no hacía sino reforzar su mayor deseo, se acurrucó en un esfuerzo por defenderse, aunque fuera inconscientemente, de cuantos enemigos la rodeaban. Se sentía sola, siempre se encontraba sola, las manos agarraron las sabanas con fuerza, una chispa refulgió entre la espesa melena leonina.

Sus ojos permanecían cerrados, la expresión de la cara se tornó agreste y malhumorada, quedándose quieta. El pelo se movía en una inquietante brisa, con luminosos destellos estallando entre los mechones que se mecían. Había perdido su lisa estructura y se curvaba en múltiples rizos, quienes golpeaban entre si en una lucha por dominar a su contrincante. El aire mismo se lleno de una espesa electricidad, se volvió denso y los sonidos se transmitían en esa sustancia como impropios de aquel lugar.

Los objetos empezaron a vibrar, aquellos con una punta metálica brillaron como si fuesen cabos de una vela recién encendida. Los demás crujían ante tamaña presión, amenazando con estallar si continuaba ese fenómeno.

Testadurra tenía el gesto torvo, seguía con sus ojos cerrados y las manos apretando las sábanas, le parecía fuese a caer por un agujero profundo del cual no podría ser rescatada.

La vibración aumentó en intensidad. Una copa de cristal con agua se fracturó y el líquido cayó por la mesilla, pero no llego a caer al suelo, simplemente hirvió, transformándose en un espeso vapor. La maga sudaba, goterones le resbalaban por su hermosa frente y se deshacían al entrar en contacto con la tela que la envolvía protectora.

Sentía necesidad de chillar, de descargar toda la tensión que en su interior se acumulaba. Si lo hacía, su brutal impacto destrozaría cuanto a su alcance se encontrase. Las paredes mismas saltarían hechas pedazos e incluso el ala entera del edificio podría amenazar con venirse abajo. Si gritaba, toda la escuela sería destruida, pulverizada por una onda de poder tal, que nadie podría prevenirla ni detenerla.

Su mente fue más lejos. La propia Gran Capital se convulsionaria, los edificios romperían como si fuesen de arena y sus trozos impactarían en leguas a la redonda, pero supo que esto no acabaría allí. Vio como la tierra misma de Tamtasia abría sus fauces, los ríos vaporizaban sus contenidos, cuando el magma del interior bullía en su esfuerzo por salir al exterior. El mismo mar ardía. Aquella fue una visión espantosa.

Su cabello era una tormenta incontenible. Rayos emanaron de este, golpeando la pared y quemándola en donde hacían contacto, la luz misma amenazaba con volverse insoportable. Su faz ahora era fiera, una mueca de furia despierta, de deseos de venganza, de aniquilación y muerte.

Una mano se posó en su frente. Palabras de cariño que no escuchaba llegaron hasta su interior, le susurraban no estaba sola, ni temiera estarlo. Alguien la quería de veras y la protegería siempre, sus miedos eran infundados y debía calmarse.

El pelo se ensombreció, adquiriendo de nuevo aquella textura lisa que tanto se esforzaba Testadurra por conservar. La luz disminuyó hasta desaparecer, el aire recuperó su textura habitual y todo volvió a la normalidad. 

Despertó con una insospechada ansiedad. Se desprendió de aquellas telas que la rodeaban, estaba sudorosa y tenía sed. Fue a beber, descubriendo la fina copa de cristal rota, debería de ir a buscar una botella que guardaba en un armario de esa misma habitación. Se arrojó de la cama y abrió la puerta de la alacena, cogió la botella, estaba caliente como si la hubiese puesto a calentar. Bebió un sorbo, pero le quemaba su contacto y tuvo que escupirla para no abrasarse la boca.

Entonces vio la marca en la pared. Una línea de abrasadora marca había ennegrecido el delicado papel con la cual se decoraba, lo tocó y la ceniza impregnó sus dedos. No recordaba nada de todo aquello, solo el recuerdo de un mal sueño, una pesadilla de la cual no tenía ahora constancia de su contenido.

Se sentó, desnuda como estaba para contemplar el resto de su habitación. No observaba ningún otro indicio, salvo un inusitado calor, como el de una sauna quien la rodeaba. Decidió abrir las ventanas, afuera el fresco de la noche de invierno aliviaría esa desconcertante temperatura. 

Unas hojas sueltas de su escritorio habían caído al suelo, se fijó en algo inusual. Una marca de una pisada en una de estas, parecía de una bota por sus contornos bien delimitados. Ella jamás usaba botas, le había resultado imposible llevarlas, a pesar de que tenía varios pares en su bien nutrido ropero, le resultaban agobiantes, prefería un tipo de calzado mucho más abierto.

La miró con gran interés. Alguien había entrado mientras dormía y la despertó. Por el aspecto del recinto fue por su propio bien, algo escapó a su control. Algo que ella no recordaba, salvo escasos matices. Se había sentido sola y luego sintió no lo estaba. Estaba confusa, mañana con la luz del sol indagaría la realidad de esa noche. Ahora necesitaba descansar, dormir de veras.

Volvió a la cama, enredándose con las sabanas y disponiendo encima suyo, una gruesa manta. Dejó una de las ventanas entreabierta, le agradaba aquel frío intenso y permitiría recuperar su sueño de nuevo.

“¿Quién eres? ¿Qué pretendes?” Las preguntas le dominaban y no tenía respuestas. El cansancio venció y sin darse cuenta, cerró sus ojos.

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