Entró en la
sala ante un expectante silencio. La iluminación era tenue con unos focos
especiales, que no generaban calor alguno ni podían dañar cuanto bajo ellos se
encontraba, conformando la única luz del lugar. Dio unos medidos pasos,
acercándose a la tarima donde estaban expuestos los artículos que habían sido
el comentario general durante aquellos días anteriores.
El lugar se
iluminó solo en su entorno. Una pequeña plataforma rodeaba en un semicírculo la
singular tarima, mientras alrededor las penumbras seguían dominando los límites
de aquel recinto. Notó como muchos ojos posaban las miradas sobre él. Fue una
sensación confortante, hasta ese momento no había gozado de la atención de los suyos
y todo su esfuerzo, había culminado en la obtención de ese reconocimiento
largamente esperado.
Sobre la
plataforma, esperaban pacientes los mentores atentos a cualquier incidencia,
vigilantes y tan entusiasmados, como el resto de quienes allí se encontraban.
Se dirigió con
una actitud teatral hacia el primero de aquellos objetos que tanta conmoción
habían creado. Podía permitirse ser afectado, mostrarse casi irreverente, su
triunfo así lo permitía. Lo cogió y levantándolo se dispuso a presentarlo a su
público.
—Primer
objeto. Contiene proteínas fibrosas y globulares, a continuación entrego la
composición química de este elemento tan peculiar —la plataforma donde reposaba
se movió con suavidad, acercándola a donde el grupo de la estructura
semicircular se encontraba observando.
—Trátenlo con
cuidado. Es un objeto muy delicado —con un cariño que podría pecar de ser
reverencial, fue pasando de unos a otros. Lo examinaron dándole múltiples
vueltas, comprobando su textura, su resistencia y su tacto. Siempre sin poner
en peligro su integridad estructural.
—Segundo
objeto, diversos minerales como litio, cobalto, cobre, estaño, oro y plata,
además de polímeros artificiales y vidrio. En las pantallas, les facilito el
esquema de este curioso artefacto y su despiece.
Paso
igualmente por entre todos los mentores, quienes lo contemplaban con asombro e
igual aprecio que al primero de ellos habían mostrado.
—Tercer
objeto, en cierta forma el más curioso de todos. Observen su peculiar
estructura, sus elegantes y proporcionadas formas, la confección de dicho
armazón está compuesto únicamente por hierro —le dio una vuelta con suavidad,
pudiendo apreciarse era igual por todos sus lados— y fue pintado con aceites y
resinas naturales, de los que aún conserva importantes trazas.
Al igual de
los dos anteriores, fue acogido con fervor y tratado con igual cariño. Todos lo
observaron, tocándolo y examinando su peculiar forma.
—Ellos han
formado parte de mi hallazgo. Por supuesto, ninguno de estos objetos son
naturales ni fruto de la casualidad. Formaron parte de algo… —dijo con cierta tristeza— algo singular.
La estancia se
llenó de una intensa luz. En aquel momento pudo apreciar la profundidad del
recinto donde se encontraba y la vasta cantidad de compañeros, de toda
condición, observándole con grata satisfacción. Obtuvo un sonoro clamor a sus
palabras, que resonó vibrante durante unos largos minutos.
Cuando la sala
se desalojó, quedó con sus pequeñas maravillas. Las miró de nuevo, tocándolas con
entusiasmo y con el miedo de dañarlas en un descuido. Activó un campo de
energía a su alrededor para protegerlas de todo mal y se dirigió a un panel que
en una de las paredes de la sala se encontraba.
Uno de sus
mentores se acercó a su lado, mientras la pared se transformaba en un amplio
ventanal que dejaba ver claramente el exterior.
—Has hecho un
gran descubrimiento. Serás recordado por toda la posteridad —habló el mentor,
contemplando donde su pupilo había logrado su éxito.
—Aunque nunca
sabremos qué utilidad tenían. Son objetos extraños, hechos por seres aún más
desconocidos —respondió CG9834, ahora famoso descubridor de otras formas de
vida.
—Sí, por
desgracia su planeta esta arrasado. Y no queda nadie ni nada que nos pueda dar
una pista —respondió EM9304, maestro cibernético de la vigesimonovena
generación, mediante su código binario. El lenguaje que su pueblo de origen metálico,
basado en compuestos de silicio, usaba para expresarse.
Atrás en unas
vitrinas de honor, figuraban los objetos, destacados entre todos los
descubrimientos de su raza en su tranquilo deambular por un espacio
interminable. Un sombrero de fieltro negro; un teléfono móvil de colores
chillones y pantalla rota; y por último, una vieja jaula, que en un tiempo
pasado pudo contener un loro, u otra ave parecida.
Y quedaron
mirando el planeta gris y frío, vacío y muerto, el tercero de un sistema solar
mediano, cuyo sol radiaba con bravura su infinita fuerza al cosmos, desde su
inmensa nave de exploración.
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