viernes, 14 de marzo de 2014

LA ESPADA DE LA HECHICERA



Atravesó la llanura como si fuese una centella errante, como si la propia vida le indujese en aquel empeño, mirando al suelo repleto de la exuberante vegetación de la primavera que renacía en aquella época y daba color a lo que antes había cubierto con espesas nieves.

Fuegodeazur animó a su brava montura a continuar galopando, salvaje y veloz, cual ella se sentía en aquellos breves momentos donde daba rienda suelta a la pasión que encerraba.

Llevaba su melena suelta, ese espeso pelo brillante con la infrecuente tonalidad verde que parecía incendiarse al volar libre tras su cabeza, provocando el extraño efecto de una hoguera mágica campando a sus anchas y amenazando con extender su fuego a todas partes.

Sentía deseos de liberarse, de huir de todo cuanto la rodeaba y seguir trotando con su caballo hasta el fin de sus días. Quería haber sido otra persona, una vida sencilla alejada de todo aquel ajetreo y exigencia, de toda responsabilidad, de toda consecuencia. Lejos, deseaba encontrarse muy lejos de cualquier parte, sin ataduras de ninguna clase.

Iba rumbo hacía donde el sol se escondía. Siempre en su dirección, azuzada por la bruma de su interior, esa tempestad que la asolaba abrumándola con preguntas cuyas respuestas no deseaba escuchar, provocándole un mayor deseo de desaparecer para siempre y descansar. Un descanso que creía merecer desde hacía mucho tiempo.

Su caballo trastabilló. Empezó a comprender debía detenerse y dar ese reposo que tanto quería a su compañero de huida. Miró hacia atrás, intentando ver si alguien la había seguido y si era prudente detenerse en aquel sitio con tan pocas probabilidad de escapar a la vista de un posible rastreador. La llanura poblada de una variada inmensidad de flores silvestres no era lugar para ocultarse, sino para deleitarse con su contemplación, pero también estaba agotada y una breve parada serviría a su propósito.

Tiró de las riendas con desgana, no deseaba dar esa orden, cuerpo y pensamiento obraban de diferente manera negándose a corresponder uno con el otro, hasta pararse del todo.

Seguía envarada en su silla de montar, un bello regalo que su maestra y amiga le había hecho hacia tiempo. Sentía el duro cuero y el armazón de su estructura como si tuviera vida propia, aunque sabía no se trataba sino el agitado cuerpo del caballo, recuperando el aliento tras la prolongada carrera.
Decidió poner pie en el suelo, resbalando con torpeza y cayendo larga en la blanda superficie formada por una multitud de viva naturaleza que la acogió con delicadeza.

“No debería de levantarme nunca” pensó en aquella relajada posición, mientras su caballo la olfateaba preocupado por el estado de su dueña luego, al comprobar nada serio le pasaba, empezó a pastar de las ricas hierbas que a su parecer eran un delicioso bocado.

Se abandonó al sueño, cansada por la excitación de su comportamiento y por hechos pasados que prefería olvidar. 

De repente se vio trasladada a otro lugar, muy lejano de donde se encontraba, pero no podía evitar reconocerlo y sentirse sobrecogida por su contemplación. En lo alto de una montaña una visión de cuanto se movía a sus pies la dejaba sin habla. Nunca creyó pudiera haber tantos y tan variados seres, a pesar de que su viva imaginación podía muchas veces dominarla y hacerla pensar cosas imposibles, aquello superaba cualquier expectativa y razonamiento. No podía dar crédito a sus propios ojos, todo eso era un sueño. El sueño de una niña que se negaba a ser mujer y en su fantasía, creaba aquella ilusión.

Sintió el peso de su espada como nunca hasta entonces lo había percibido. La notaba tirante, exigiéndole el pago de sangre que siempre deseó derramar, el filo preparado para cortar y dar muerte, aullaba la dejase libre, suelta en sus manos lista para la batalla que tendría lugar.

Siempre había querido manejar un arma así. Se la había regalado alguien a quien apreciaba de veras, una excelente espada de la cual se desprendió su dueña sin ningún pesar, sabiendo que jamás podría volver a reclamarla. 

La duda le dominaba, aún cuando había demostrado ser una excelente luchadora aquel no era su mundo. Las palabras y la concentración, símbolos y habilidades innatas como el reunir suficiente potencial entre sus manos para arrasar ejércitos enteros. Ese era su real dominio, no el del acero que tanto se empeñaba en controlar y al cual, tantas horas había dedicado.

Desenfundó su arma, observando el lema que llevaba grabado en una bella orla a través de toda su hoja: El verde es mi color. Era una frase con la cual estaba totalmente de acuerdo, ella misma pertenecía al “Fuego Verde”, verde era su piel y la voluminosa mata de cabello, una señal innata de que estaba bendecida para el uso de la magia, de que debía servir a su pueblo hasta la última gota de su sangre. Que por cierto, no era verde sino roja, y aquello siempre le hizo cuestionarse si además del reverenciado color que la definía, no tendría que sentir cierto aprecio por esa sustancia que le pertenecía y constituía parte de su propio ser.

-Todos los colores deben ser respetados, amiga mía –se volvió para encontrarse a su lado a quien menos esperaba en aquel momento- es la ausencia de todo color lo que debería ponerte en alerta. Es tu mayor enemigo –sonrió con aprecio- y por supuesto, también el mío. -Hurtadillas llegó en silencio como siempre hacia y Fuegodeazur asintió con su cabeza esa reflexión. Si era necesaria la haría suya también y procuraría aprender de esa breve enseñanza que tan sencilla parecía, aunque llevarla a la práctica fuese realmente complicado.

-Tanserena te hizo un excepcional regalo y no dudo sabrás manejarla con soltura, pero ahora deberías envainarla. Ningún enemigo hay en las cercanías, tiempo tendrás de utilizarla en su momento, aunque por desgracia en nuestra tierra soplan malos vientos y toda buena guerrera será bienvenida.

-¿Crees puedo ser una buena espadachín? –preguntó con toda la curiosidad del mundo.

Hurtadillas no parecía haber escuchado estas palabras, se acercó como si quisiera observarla con detenimiento antes de esbozar ninguna respuesta y solo cuando estuvo segura le contestó.

-¿Acaso eres una mal hechicera? O en tan poco te estimas que necesitas de mi aprobación.

-Soy una excelente hechicera. He tenido una magnifica maestra y unas excepcionales compañeras, las aprecio con todo mi ser pero una parte de mí, me susurra otros caminos…

Hurtadillas sonrió. Era esa clase de sonrisa que raras veces se reflejaba en su rostro, últimamente serio y preocupado, muy alejado de la vivaz elfa que conocían de antaño. Su faz brilló con la intensidad de una hiriente estrella, cegando a la orca e impidiéndole ver nada a su alrededor.

-Entonces, debes tomarlo… -sintió la mano de la Dama Verde empujándola. Fue breve aquel contacto, aunque suficiente para hacerla caer por la ladera de la montaña, rodando hacia un monstruoso precipicio que daría fin a todos sus dilemas.

En aquel momento, nada le importaba salvo intentar agarrarse para evitar su inmediata muerte. Manoteó y pataleó en todas direcciones, pero seguía cayendo sin remisión y no veía solución alguna. Su mente le forzó a sacar el arma y en un instante de desesperación, clavarla fuerte en el suelo, donde nieve y roca compartían su presencia.

Se detuvo, asida con firmeza en la empuñadura de su espada. Respiraba con agitación, debido a la tensión que aquel acontecimiento le había impuesto y sentía su cuerpo estremecerse por cuanto podía haber pasado. Fue en ese instante, cuando vio claro el error que había cometido y su torpeza en cuanto a su actuación. Arrancó la espada y se dejo caer por el insondable abismo.

Sus ojos se abrieron, cual revelación había comprendido el camino a seguir. Se levantó y haciendo uso de sus poderes, levitó hasta sentarse en su montura. Daba igual a donde cayese o que ocurriese, podía hacer uso de su fuerza y magia por igual. Valida en ambas aptitudes, nada debía de temer si era precavida y los combinaba en la lucha.

Suspiró, convencida de su decisión y con renacido aplomo, dio la vuelta y emprendió el camino de vuelta con los suyos. Con toda la gente de Tamtasia.


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